dilluns, 10 de novembre del 2014

Me disparó como si nunca me hubiese querido.



Me preguntan que se siente cuando se es feliz y para mi es inevitable hablarles de ti. Les digo que felicidad es encontrarte al salir del instituto a las cinco de la tarde y verte apoyado en la puerta con esa sonrisa tan tuya dispuesto a darme algo más que un par de besos. Ser feliz es notar cómo me abrazas por la espalda a las tres de la madrugada cuando me he desvelado de nuevo por tus constantes caricias involuntarias en mi cintura. Felicidad era mirarte de reojo en el sofá mientras veíamos nuestra película favorita y pillarte mirándome, era apartar la mirada y reírme sabiendo que tardarías tres, dos, un segundo en acercarte a besarme. Y así era, felicidad era sentirte roncar cuando te dormías sobre mis piernas porque yo no podía dejar de acariciarte el pelo distraída mientras veíamos cualquier programa basura en la televisión. Ser feliz era poder ver lo bonita que es Barcelona de tu mano, entre risas y besos inesperados. Y por eso les he vuelto a hablar de ti. De ese chico al que le encantaba buscarme las cosquillas porque adoraba ver mi ceño fruncido, aquel que antes de irse te besaba en la frente en vez de decirte que te quería. Aquel chico dispuesto a parar balas de cualquier persona dispuesta a hacerme daño sin saber que, a la larga, él sería la persona que se encontraría detrás del gatillo a nada de disparar y..

¡PUM!

No sabías ni siquiera en qué parte del cuerpo te había disparado, no, solo notabas brotar de tus manos ese líquido rojo. Rojo como el color del pintalabios que tantas veces se me había corrido segundos antes de corrernos. Rojo, como el color de mis ojos cuando pasaba más de una noche en vela llorándote sabiendo que todo esto iba a acabarse. Rojo como el tono de mis nudillos por los mil golpes que le había dado a la puñetera pared intentando sentir un dolor más fuerte que el de perderte. Rojo, ese rojo de tu camiseta favorita que tantas mañanas me ponía sabiendo que para ti no había nada más bonito que encontrarme desmelenada preparándote el desayuno con esa camiseta tuya. Y vuelvo a mirarme las manos sin creerme que la persona que tanto me ha querido es la única que me ha herido; pierdo las fuerzas y acabo de nuevo tirada en el suelo como muchas otras tantas veces he acabado ahí, esperando a que volvieses a por mi y, nunca volvías. Le miro- una última vez- a esos ojos color café que tantas noches me han quitado el sueño por exceso de cafeína en mis venas, por exceso de él en mi, le miro sin reconocerle e intento quedarme con cada mínimo detalle de él porque sé que ésa es la última vez, que esa es nuestra despedida. Y antes siquiera de desaparecer- como he deseado muchas veces- pienso en que ese color rojo que me está matando no es ni la mitad de dulce que el rojo de aquel pintalabios con el que le escribí en la espalda ese mensaje en el que le decía que nunca me iría pero, aún así, ese disparo que me mata no es ni la mitad de doloroso que todas y cada una de las noches en que le he llorado desde que ya no está. Que la gente, no sé como, se sigue creyendo que todo me va bien y yo, mientras, intento también creérmelo pero no me sale. He intentado descubrir como era mi vida antes de él y parece que los recuerdos contigo me empañan esa vida a la que tanto deseo volver y no puedo. Malditos recuerdos que me recuerdan que no puedo olvidarte, que me recuerdan que las heridas que están abiertas no se cosen tan fácilmente como creía. Tengo hilo y aguja para intentar arreglar aquel destrozo que en mi dejaste, intento que la herida de bala ni se vea pero es que me miro en el espejo y no hay un puto centímetro de mi piel que no me recuerde a tus besos, a tus caricias, a tus heridas y siento que no puedo. Que me ahogo en medio de tanta gente y que cuando menos me lo espere te echaré tanto en falta que explotaré y seré como la bomba de Hiroshima que dejaré víctimas a mi paso, tantas como cada lágrima que he llegado a soltarte y, no prometo que haya supervivientes porque será tanto el destrozo que no quedaré ni yo. Desapareceré de la misma forma que tú quisiste acabar con todo esto poniéndote al otro lado del gatillo sabiendo que cada noche me decías que estabas dispuesto a morir por mi y al final, que irónica que es la vida, la que ha acabado muriendo he sido yo, a manos de ti, por ti. 


-Ann.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada