dijous, 13 d’octubre del 2016

Dejándome caer.

Ha vuelto a sentarse al lado de la ventana para ver cómo llueve. Y cada vez que hace eso es como si nada más pasara. Y es entonces cuando suena algo así como "bajo el aguacero, vuelve a aparecer y así pasa su tiempo, dejándose caer". Y ni ella misma se da cuenta de las veces que vuelve a caer. Y últimamente más que nunca. Pero cuando se sienta ahí, encima de esa mullida alfombra con las ganas de mojarse bajo la lluvia y resistiéndose a la tentación de salir y pillar una buena pulmonía, lucha con todas sus fuerzas para que la lluvia que hay ahí dentro, no sea ni tan fuerte como la que suena ahí fuera. Aunque, a decir verdad, el sonido de los truenos no es nada comparado con los gritos de auxilio que deja ir y casi nadie escucha. ¿Sabéis eso que dicen de que a veces parece que la gente te oye pero nadie te escucha? Últimamente ella está en esas pero no hay nada más que le relaje en esta vida que tener la música de fondo, sonando algo así como "escuché como decías, abrázame, todo vuelve a ser fácil" y la lluvia intentando superar a eso. Y lo bien que le vendría en estos momentos un buen abrazo, de esos que te hacen sentir a salvo... aún sabiendo que en estos momentos solo existen un par de personas que saben dar ese tipo de abrazos, así sin intentarlo. Y es entonces cuando suena el móvil, sin más. Está acostumbrándose a que lo haga. Un sonido tonto que sabe que va a llevarse una sonrisa de premio, siempre lo hace. Lo coge a tientas y no le hace falta ver quién es para saber que va a hacerla feliz. Y es en ese instante, solo ahí, en el que aquello de que alguien dijo de escuchar u oír, pierde el sentido. Es justo entonces cuando aparece una persona que compensa el error que tuvieron otros, y que se queda cuando algunos ni siquiera tuvieron el valor de intentarlo. Y ella nota que llueve un poco menos, aunque fuera truene. Y lo malo que había hasta ahora, sigue siendo igual de malo pero duele muchísimo menos. Encuentra las razones donde no las hay para sonreír de la forma en que a ella -y a alguna que a otra persona- le gusta. Lucha porque todo lo que intenta derrumbarla no quiebre lo poco que queda de ella. Y se mantiene a flote, o al menos la mantienen.

Y suena otro mensaje.
Y otro.
Y sabe que sonará otro más.
Y siempre acabará llegando otro.

Y lo que pasa, muy en el fondo, es que tiene miedo de que dejen de llegar. Y que sea entonces cuando ella se deje caer, sin más, sin encontrar más razones que valgan la pena porque ahora mismo, ni ella, para ella lo es. Aunque siempre había sido así, ¿de qué le extraña? Solo había sentido, durante apenas unos segundos, que estaba valiendo la pena empezar a quererse, pero que manía la suya de hacerlo siempre que aparece alguien a quererla, como si ella no pudiera. Pero será eso, que no puede. Que siente que ya no puede sola. Y vuelves tú, recordando que no vas a irte, que nunca la darás por perdida... al menos no del todo.

Prometes, sin prometer, que cualquier cosa ahí a su lado, como si estuvieras sentado a su vera, te vale la pena. Más que cualquier otra cosa que puedas siquiera alcanzar. Y a veces, le da por preguntarse si eso será siempre así.

Y llega otro mensaje. Y no puede dudar de ti.

Y lo que tú no sabes es que no tiene miedo a dudar de ti. Le da miedo dudar de sí y sentir que siempre habrá alguien mejor que pueda recibir el mensaje -que hasta ahora es solo suyo- y que sea entonces cuando dejen de llegar. Y le da miedo sentir que va a quedarse ahí, sentada, mirando como llueve aunque no solo hace eso. A veces mira como pasa la vida y le acojona que pase sin ella. Que el tiempo se pare y ella no haga más que quedarse en ese punto de no retorno en el que sigue con el corazón roto.

Parpadea un par de veces para que el mundo no la vea llorar, pero siente que hay trizas que no encuentra y que te quiere dar. Y cierra los ojos apoyando la cabeza en el cristal para así notar el frío y solo tener una excusa más para buscarte y la abraces.

Que vengas y no vuelvas.
A irte.

Que seas de los que se queda sin tener que mirar atrás porque justo ahí, al lado abrazándote tienes a lo único que necesitas. Y llega otro mensaje y vuelta a sonreír. Y sí, puede que sí, que últimamente esté dejándose caer.

Dejándose caer,
pero últimamente
más,
en ti.

-Ann.


dimecres, 31 d’agost del 2016

¿Y si lo hago?

Me acojona querer, en todos los sentidos. Porque para mí, querer significa más. Querer significa dar, con los ojos cerrados, -a alguien- una parte de ti a la que estás dispuesta no volver a ver más. Significa dejarse caer sabiendo que, en algún punto de la caída, alguien te cogerá. Significa cerrar los ojos y dejarse llevar sin miedo a lo que vendrá y qué quieres que te diga; me acojona sentir que estoy en ese punto de no retorno, saber que he caído y que no hay quién me traiga de vuelta.

Recuerdo que una vez hubo alguien, a quién quise mucho, que me dijo que hay cosas que no puedes decidir, que hay cosas que quieras o no, vas a sentir. Que no importa cuantas fuerzas ni mucho menos cuantas ganas pongas en no querer algo o a alguien, que sucederá. Y joder, me lo dijo la misma persona por la que acabé arriesgándome sabiendo que estaba cogiendo un tren y que la siguiente, tenía que ser mi parada. Creo que la mayoría de las veces lo que nos pasa es que queremos algo que no podemos -siquiera- alcanzar. Y es así, sucede sin más. Y cuando eso pasa te prometes que no volverás a ser esa misma tonta que a la nada ya da todo de sí. Prometes pasar página, con tal rapidez que nadie será capaz de verla, y seguirás. Lo que no nos contaban nunca es que la mayoría de veces que pasamos página, encontramos al recuerdo que queremos olvidar, en la siguiente. Y en la siguiente y así hasta que acabas el libro odiando que tenga final. Y vuelves a empezar, prometiéndote -de nuevo- que no habrá ninguna persona por la que volver a caer ni ninguna que se merezca recordar. Al menos ese es el plan, lo que pasa es que a veces, de la nada, aparece alguien que te hace creer en algo... ya no digo en ti -que para eso, ya estoy yo- sino... no sé cómo explicarlo, pero aparece alguien que te hace creer que hay algo bueno que está por llegar. Empiezan las sonrisas inocentes, las charlas hasta las tantas, las risas porque sí, las ganas de abrazar, las ganas de saber qué es lo que nos vendrá. Y das todo de ti, otra vez. La única diferencia es que ésta vez tienes que encontrar la forma de reconstruirte o dejar que lo hagan por ti. Es entonces cuando te das cuenta de que, has dado tanto de ti, tantas pequeñas partes de ti, que ya casi ni quedas. Y duele tanto ver cómo encuentras alguien que quiere cuidar de ti que te fastidia ver que otros, en su momento, acabaron contigo de tal forma que ya no tienes nada bueno que ofrecer. Ya no tienes nada a lo que alguien pueda aferrarse a amar. ¿Tú sabes lo que duele querer dar lo mejor de ti a alguien que está dando lo mejor de sí? Pero todavía peor, querer dárselo y ni encontrarlo. ¿Cómo coño hago que todo esto sea justo? ¿Cómo querer a alguien que no va a encontrar nada a lo que querer? Y peor aún, si lo hace, el tiempo le dará razones para dejar de aferrarse.

Y es en ese instante en el que siempre me prometo que debo dejar de sentir, de ser, de padecer, pero entonces llegas tú, haciéndote querer. Y se me olvidan los motivos por los que debería dejar de intentarlo. Y cómo no, llegas haciéndome sonreír y haciéndome creer que todavía -aquí dentro- hay ganas de sentir. Y ojalá, solo espero que encuentres aquí dentro suficientes motivos por los que quedarte. Que encuentres algo por lo que valga la pena escribir otro de esos capítulos tan tuyos, otra página -sin borrones ni tachones- o quizás alguno, pero que nos haga más fuertes y sobre todo que nos quiten los miedos a la hora de amar. Y todavía mejor, ojalá nunca dejes de escribirme y hacerme existir en tus letras porque, al menos, si algún día desaparezco, la historia en tus letras sabrán que alguien como yo, existió. Y mejor aún, que nos quisimos. Sí, joder, de esa forma en la que solo tú y yo sabemos querernos. Aún a riesgo de perdernos, que le jodan a todo, porque ya sabremos cómo encontrarnos.

Así que, si estás leyendo esto, quiere, pero quiere de verdad. Porque querer significa dar todo de ti, dejarte llevar y no tener miedo a caer sabiendo que a cualquier altura, hay alguien que te alcanzará. Y no temas a pensar en la cantidad de veces que todo podría salir mal, ni en cómo te destrozaron, ni en cómo acabaron contigo porque ahí dentro, por pequeño que sea, sigues siendo tú. Y eso, eso es suficiente motivo por el que amar. No temas a nada, no te quedes con el "¿y si hubiera...?" pudiendo quedarte con el "¿y si lo hago?".

-Ann.

dimarts, 28 de juny del 2016

Ya no sabía ni quién era.

"Se reía como si no hubiese nada que le doliera, siempre echaba la cabeza hacia detrás -despeinándose- y se tapaba la sonrisa con una de sus manos dejando entrever entre sus delicados dedos, esos hoyuelos que cuando aparecían no parecía que fueran a desaparecer. Parecían dos pozos sin fin. 

Era de ese tipo de persona que te miraba con ese brillo en la mirada, como si lo que le estuvieras contando fuese lo más alucinante que ha oído en su vida. Ella se apartaba constantemente el pelo de la cara para que no hubiese ninguna barrera entre tú y ella y, aunque al principio eso podía ponerte de los nervios, ver que solo necesitaba mirarte para hacerte sentir como en casa era la mejor sensación del mundo. La mejor de las sensaciones si hablamos también de cuando te sonreía, sin venir a cuento; la sonrisa para reconfortarte en un momento duro, la de después de haber reído sin poder parar, esa sonrisa que solo dedicas a una persona que quieres de verdad, la sonrisa divertida por cualquier broma de las suyas, la sonrisa que usaba cuando alguien le daba una mala noticia, incluso esa era bonita. En esa última, si te fijabas mucho o si la conocías podías ver como su labio inferior luchaba contra la batalla de echarse a llorar pero nunca, nunca se dejaba vencer. 
Era ese tipo de persona que no necesitaba decir mucho para querer saber de ella, que no necesitaba ser el centro de atención ni ponerse el mejor vestido para destacar entre la gente; era ese tipo de chica que ya lo hacía por si sola, que no necesitaba nada más, solo ser ella en un mundo en el que por lo visto; estaría mejor visto que fueras como todo el mundo es. Ella era capaz de darse cuenta de si las cosas iban o no mal, parecía tener un sexto sentido para saber si algo iba a salir o no bien, se daba incluso cuenta de esos pequeños detalles que pasaban desapercibidos ante la gente. Y eso, ver que aparecía de la nada abrazándote sin saber por qué lo hacía pero acabar dándote cuenta de que incluso de lejos, ha sido capaz de ver en ti algo que no va bien cuando ni tú has sido capaz de decir nada solo por miedo. Siempre había sido de esas que siempre acaban mirando primero por la gente y luego ya si eso, con tiempo, trataba de cuidarse a ella -aunque a penas lo hacía-. 

Era sincera a más no poder, pero siempre te lo decía de tal forma; como si prefiriese hacerse daño a ella misma antes que romper a cualquier persona. Y no le importaba que una persona le rompiera, incluso se quedaba entonces y no porque se lo hubiese prometido a la persona, sino porque siempre se lo prometía a ella. Y eso, ese tipo de promesas, nunca las rompía, aunque a ella ya la hubiesen roto. 

Ella...era de esas personas que quieres mantener cerca porque sientes que las cosas son más bonitas, cómo que dentro de todo lo malo, ella te encontraba algo bueno, sobre todo cuando tú ni eras capaz de verlo. 

Y digo era porque con el tiempo, por culpa de las personas, por culpa de la vida.. hay cosas que cambian. Y, joder, no debería de ser así. No, joder. Y digo joder para hablar con fuerza y para que se note lo mucho que me fastidia que por culpa de todas esas mierdas, alguien pueda cambiar. Pasó de ser todo eso a ser esa chica que se tapaba los labios no cuando sonreía, no, se los tapaba para que no se les viera temblar cuando quería llorar. La gente la miraba a los ojos y no distinguían nada, no eran capaces de darse cuenta de si reía o si lloraba y, joder, ella hasta ahora siempre había sido capaz de todo por todos. Había pasado a ser la que ya no se apartaba el pelo para mirarte sino que lo dejaba ahí, como barrera para que no la descubrieras. De hecho se había vuelto incapaz de mirarte a los ojos más de cinco segundos por miedo a que vieras su desastre. Había pasado de hacerte reír con sus estupideces a casi ni notarla, solo por no cagarla. A veces se sentía hasta invisible; ni quién se supone que más la quería, la veía. Había pasado de reír por todo a no encontrar motivos por los que hacerlo así que supongo que ninguna de sus sonrisas era mi favorita porque ya ni las tenía.  que era mirarla y ya ni te encontrabas; eso que hasta ahora podías haber sentido como si fuera tu casa había cambiado; la mirabas y no solo no la encontrabas, ni tú te encontrabas.

Había empezado a callarse las verdades para no meter la pata como siempre porque si lo hacía, sentía que estaba decepcionando a alguien, qué estupidez. Le habían hecho creer eso hasta el punto de sentir que no podía decir o hacer nada porque todo iba a estar mal, parecía una persona que no podía pensar por si misma cuando dentro de su cabecita, había un mundo por descubrir que yo había tenido la suerte de ver. Parecía una puta muñeca de trapo que no tenía nada claro en la vida y que se dejaba mover por la gente solo para encajar. Solo por miedo, el puto miedo como siempre; la de veces que la había jodido ya.

Lo que no había cambiado es que seguía siendo esa persona que se daba cuenta de las cosas, de los pequeños detalles...de todo, en eso seguía siendo la misma pero dejó de valorarlos porque sentía que no valía la pena hacerlo, si la gente no la valoraba en ese sentido, ¿por qué debía ella hacerlo por los demás? Aprendió que no merecía la pena eso, eso ni tampoco ella; se había vuelto tan destructiva, como si realmente no se quisiera. Y si la conocieras, si la mirases y supieras leerla te darías cuenta de que era ese el problema; que no se quería. Te dabas cuenta de ello de la misma forma que también lo hacías hace mucho tiempo, la diferencia es que antes era capaz de esconderlo y que ahora ya no podía porque la gente había acabado de romperla. Había aprendido que quién le rodeaba nunca iba a tenerla en cuenta, que iban a machacarla y que lo que ella dijera nunca iba a estar bien, nunca. Y por eso empezó a ser distinta; ya no reía, ni sonreía, ni te escuchaba cuando estabas mal por mucho que se diera cuenta, ¿para qué si luego para ella nunca estaba nadie? Ya no te reconfortaban sus miradas y ya casi ni te abrazaba y al principio no entendía por qué; pero comprendí que estaba harta de abrazar a personas rotas para reconfortarlas y que nadie le abrazase porque ella ya no podía más, era tan jodido. Había pasado de ser alguien que destacaba por ser ella a ser alguien...alguien que nadie veía. Alguien que ya no sabía ni quién era, ni lo que quería, que no sabía absolutamente nada. 

Y lo odiaba, odiaba que la gente que se supone que la quería la hubiese reducido a polvo y que estaba a tan solo un soplo para hacerla desaparecer. Odiaba que la persona de la que se había enamorado, hubiese acabado marchándose como en su día prometió que no lo haría, odiaba que las personas que le rodeasen hubiesen tenido tanto poder sobre ella cuando en su día se prometió a si misma que nunca, pero nunca nunca existiría alguien sobre la faz de la tierra que lograse cambiarla, que lograse cambiar su forma de ver el mundo y que le quitase las ganas de vivir tan intensamente como siempre hacía. Y como ya he dicho, esas promesas nunca las rompía pero ésta, ésta a día de hoy -aún sintiendo que está en la mierda, aún sintiendo que se asfixia y necesita desaparecer- aún así, no es capaz de cumplirla. Y eso lo sé, lo sé no porque la conozca sino porque esa chica que ya no sabe ni quién es, es la misma que está escribiendo estas palabras intentando encontrarse y prometiéndose que sino es hoy el día en el que vuelve a ser ella, que si no es hoy el día en el que se quiere, en que si no es hoy el día en el que manda a todos y a todo a la mierda, que si no es hoy, me prometo que será mañana."

-Ann.

dimecres, 13 d’abril del 2016

Y dolerá, sé que lo hará.


Al principio pensé que no importaba, ¿sabes? Que sería una más de todas esas personas que se fueron. Que dolería pero que sobreviviría, como había hecho hasta ahora. Pensé que no le buscaría en cada rincón ni pondría cualquier excusa para terminar hablando de él pero aún escuchando su nombre sin ser él; pensaba en él. 

Sentí que había llegado el momento que tanto habíamos temido; o que yo tanto había temido. Perder. Porque hay veces que al hacerlo, no se gana y ésta era una de esas veces. Perdí la oportunidad de decirle al mundo que te quería. Perdí la oportunidad de volver a abrazarte aún sabiendo que llegaría esa última vez a la que tanto pánico le tenía. Perdí la oportunidad de poder mirarte a los ojos y perderme en ellos aún sabiendo que ahí, contigo; podía encontrarme. Perdí... no sé; creía que no me dolería, de verdad que quería creerlo pero pasaban los días y comprendí que era ese tipo de persona que llegaba a tu vida y que si se iba; nunca la dejarías ir del todo. Es como un querer y no poder; quieres pasar página, deshacerte del recuerdo y dejar ir ese dolor tan grande que ha dejado en ti pero no puedes, y no puedes porque sabes que al fin y al cabo eso es lo único que te acaba uniendo a él. El dolor. 

El dolor me hace sentir, sin más, sentir que estuviste, que fuiste pero sobre todo, que fui. 

Perderte, al principio significo también perderme. Habías pasado de no ser nadie en mi vida a sentir que podías serlo casi todo y fue verte marchar y no saber qué sería de mi vida sin ti. Es patético; yo lo soy. O al menos sentía que lo era por creer así, por pensar un mísero segundo que necesitaba a alguien, que te necesitaba a ti para ser quién era. Y eso no es así, yo ya era yo antes de ti pero el sentir que valía la pena quererme, vino contigo. No me había querido una mierda, nunca. Ni pensaba hacerlo, ¿sabes? ¿Para qué? Nunca había sido capaz de ver una sola cosa buena en mi pero entonces venías tú, así sin más, y no lo sabes pero querías tan bonito que incluso yo sentía que lo era.

Perderte, al principio significó perderme pero también significó que debía ser fuerte, que no valían los "no puedo" o "no quiero". Que no valían los "no estoy bien", que no valía la pena llorar, que no debía dejar de creer en el amor, que no debía dejar perderme del todo. Que no debía rendirme aunque ganas no me faltasen. Perderte significó tener que volver a lo que era mi vida antes de ti, hostia, eras tan bueno en hacerme olvidar absolutamente todo que ya ni recordaba como era. Quería volver pero no podía. Otra vez el querer y no poder. Vivo en él constantemente. Querer olvidarte y no poder; eras tan jodidamente bueno en hacerme olvidarlo todo que se te olvidó enseñarme a aprender a vivir sin ti, se te olvidó decirme que no ibas a quedarte, que querer no siempre era suficiente, que debías marcharte y dejarme. Se te olvidó cómo recordarme mientras yo me paso los días intentando olvidarte. Y dolerá, sé que lo hará. Como duelen las cosas que importan pero no me da miedo tener que hacerlo, al menos sé que el dolor no me dejará tan fácilmente como tú, amor, me lograste dejar.

-Ann.

dimarts, 8 de març del 2016

Dices que te buscará quién espera que le busques.



La miraba e intentaba verte a ti pero solo era una absurda copia que muy en el fondo sabía que no llegaba a ser ni la mitad de especial que lo fuiste tú. La miraba y quería sentir lo que sentía cuando estuve contigo y me cabreaba yo mismo al darme cuenta de que así no iba a funcionar. Intentaba que su sonrisa fuera como la tuya pero cada vez que la miraba me parecía totalmente distinta. Me miraba y no eran tus ojos los que lo hacían. Y en su momento pensé que cuando la tuviera entre mis brazos y la abrazase así como sentía que lo haría contigo, creía que ese vacío que hace meses se formó en mi, borraría tu ausencia y sentiría que estaba donde tenía que estar pero la abracé y no pasó nada porque no eras tú. En ese momento me prometí que era cuestión de meses, que al fin y al cabo acabaría volviéndome loco como otras personas lograron en mi. Me empecé a fijar en cada mínimo detalle; cuando sonreía se le marcaba un hoyuelo pero justo en el lado contrario al tuyo, y si te digo la verdad hubo un par de veces que me atreví a acariciarlo, despacito; porque dicen que cuando alguien sonríe y tiene hoyuelos al hacerlo es como si floreciera la primavera y no podía destrozar algo tan bonito como eso. Me di cuenta que cuando reía a carcajadas, lo hacía de forma extraña y parecía que una vez que empezaba no podía parar; como todas aquellas veces que tú y yo nos reíamos donde no debíamos y tú -aún habiendo yo parado- seguías y te escondías en mi cuello intentado calmar algo que sabías que no podías. Me fijé que cuando se enfadaba siempre fruncía el ceño y se le formaban unas arrugitas en la frente, como las tuyas en los ojos cuando reías. Con ella aprendí que no podía hablarle después de cabrearme porque corría el peligro de salir dañado y en una de esas me acordé que tú eras todo lo contrario; venías a mi por muy enfadados que estuviéramos y me decías que me querías y aunque yo te siguiera diciendo cien mil estupideces tú no dejabas de responder te quiero; siempre decías que eso era lo que nos mantenía unidos; el querernos tanto y el importarnos tan poco lo jodidos que estuviéramos. 
Me fijé en que siempre tenía los pies fríos como tú pero no sé por qué no dejaba que jugase con los míos mientras dormíamos tan solo para entrar en calor, aunque bueno digo que no lo sé pero sí lo sé; supongo que si la hubiera dejado habría sentido que estaba haciendo algo que no le pertenecía a ella. Me di cuenta, también, de que odiaba madrugar, de que podría tirarse horas y horas durmiendo mientras el mundo seguía... ¿recuerdas la infinidad de veces que te levantabas temprano y no dejabas de darme la lata tan solo para despertarme y estar contigo? Porque yo sí. 
Y nunca me había fijado hasta hace poco; casi nunca voy con ella de la mano, parece fuera de lugar aunque todo el mundo ve lo mucho que supuestamente nos queremos, que la quiero. Tú ni me soltabas, ¿te acuerdas? Y si tenías que salir corriendo porque habías visto algo que te gustaba, me llevabas contigo sin importar nada, aunque tuvieras que pisotear alguien, siempre íbamos de la mano. Incluso te enfadabas con esas farolas que estaban en medio y hacían que tuviéramos que soltarnos; qué estupidez. Eso era lo que pensaba siempre, que no podías ser tan tonta pero lo eras y yo muy en el fondo -aunque quizás no tanto- lo adoraba. 

Y pasaban los meses y aunque la cosa había cambiado, no había día en el que no te comparase con ella, cómo si le faltase algo, como si no fuese lo suficientemente buena aún pensando que sí lo era pero entonces llegabas tú y dejaba de parecérmelo. Y odiaba eso, odiaba y lo odio que me hayas hecho esto o que yo mismo me lo haya hecho pero supongo que la vida es eso; que te dejen, tener que alejarse incluso cuando deseas quedarte aún sabiendo que no deberías hacerlo. Y no sé por qué, ni qué pensaba en ese momento en el que decidí que lo nuestro ya era historia; supongo que tienen razón, que valoras lo que tenías cuando ya ni lo tienes. He sido uno de esos tontos que no ha sabido verlo hasta ahora y lo único que me queda es seguir como si nada, pretendiendo ser feliz con alguien -que aún haciéndomelo- nunca llegará a ser lo que fuiste tú en mi y no sé por qué a veces me da por pensar que algún día me echarás tanto de menos como lo hago yo y vendrás a buscarme, por eso yo no lo hago; porque yo fui el que se fue y no tengo derecho a hacerlo aún deseándolo pero no me importa, yo sé que estés donde estés, me acabarás buscando; sólo me queda esperar, esperarte.

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Se le ve feliz así que supongo que realmente lo es. Incluso sonríe sin darse cuenta, de la misma forma que lo hacía cuando me miraba y creía que yo ni le veía; claro que lo hacía pero ahora las cosas son distintas; ahora soy yo la que te mira y sonríe aunque veces ni lo sienta, no porque no te quiera, sino porque duele ver que vuelves a ser feliz. No me quejo, pero sí me duele. Duele vivir constantemente con tu ausencia y que se haga más presente al darme cuenta de que tú has sido capaz de seguir adelante. Supongo que yo también podré pero no es algo que ahora mismo vea, que parece que solo quiero verte a ti. Llego a casa y te busco mientras leo uno de mis libros; ¿te acuerdas cuando lo hacía? Siempre quería leer, ya sabes que lo amaba y lo sigo haciendo y tú siempre ponías caras raras de vez en cuando, me mirabas y yo fingía seguir leyendo mientras me reía; empezaba a reír y tú me imitabas y no había quién nos parase. Nunca nadie podía pararnos, incluso llegué a pensar que ni el mundo entero podría pararnos, que nadie podría con nosotros. Recuerdo la de veces que te cogía las manos cuando intentabas morderte las uñas, y jugaba con ellas aunque en tu cara se viera que eso te fastidiaba pero sé, porque lo veía, que sonreías cuando lo hacía. ¿Te acuerdas tú? Ojalá y lo hicieras y no tuvieras ojos para esa chica que tanto sabe hacerte feliz. 
Me acuerdo, cómo no hacerlo, de que siempre me despertaba la primera y te hacía cosquillas con mis dedos, intentaba no reírme -lo prometo- pero era ver tus gestos involuntarios en tu cara y no poder evitar reírme aún despertando al mundo, aún despertándote a ti. Te cabreabas y yo te decía que te quería, porque sí, porque cualquier hora es buena para hacerte saber lo mucho que llego a quererte. 

Y la de veces que nos hemos quedado mirando películas hasta las tantas, siempre era yo la que insistía en quedarse a verla mientras tú te medio dormías. Ponía los pies encima tuya y me los acariciabas aún sabiendo que tenía cosquillas pero te gustaba sentir mi piel fría en contraste a la tuya que siempre estaba ardiendo. ¿Recuerdas tú la infinidad de veces que me abrazaba a ti incluso en los momentos que no tenía que hacerlo? Siempre protestabas pero me acababas abrazando incluso más fuerte aún siendo de esos que no eran de demostrar las cosas delante de la gente, ni siquiera de mi pero tenías una forma tan especial de decirme que me querías; me mirabas fijamente -qué se yo- minutos, te mordías el labio y sonreías a más no poder y me decías que era una idiota, que no podía ser más tonta, que ojalá dejase de ser tan pesada pero aunque la gente pensara que eran unas simples palabras; yo te miraba a los ojos y, joder, lo bonito que se veían los te quieros en ellos no lo sabe nadie más que yo. Ni siquiera esa chica con la que tanto parece que os queréis y digo parece porque la mirada que le echas no es ni de lejos la que tenías cuando me mirabas dormir y lo sé porque realmente no dormía. 

Tenías esa tonta manía de que cada vez que entralazábamos las manos, no dejabas de acariciar -y no sé si era inconscientemente o no- mis nudillos; lo hacías con tanta delicadeza, como si supieras que era fácil de romper, que era más frágil de lo que parecía. Te empeñabas en cuidarme y protegerme pero no sé si lo hacías de la gente o de ti, supongo que no llegaré a saberlo. Lo que sí sé es que fuimos felices a más no poder, que no había día en el que no sintiera que eras lo único que había hecho bien en la vida; que éramos tú y yo y nada podía ir mal. Eso es lo que siempre quieres pensar, que nada va a poder con esto, que nadie va a poder acabar contigo pero el problema que tenemos es que el que acaba con nosotros es el mismo que también te cuida. Y eso, eso solo lo sabes cuando ya es demasiado tarde pero supongo que la vida es eso; que te dejen, tener que alejarse incluso cuando deseas quedarte aún sabiendo que no deberías hacerlo. Y eso es lo que a veces pasa, que tienes que irte aún sin quererlo, que hay trenes que tienen parada y que no son la tuya; que hay personas que hoy te necesitan y mañana quieren a otra. Y supongo que eso es lo que nos acabó pasando; que ese no era nuestro momento y que quizás no supe hacerte lo suficientemente feliz. Decidiste buscar tu camino y yo intentar fingir que lo busco. Y tú lo encontraste y realmente pareces feliz; eso es lo que la gente dice y lo que yo quiero creerme; quiero creerme que no me buscas en ella; que no echas en falta ni siquiera una pizca nada de lo bueno que teníamos, que realmente sabe cuando tiene que cuidarte y cuando dejarte estar, que sabe que odias que se abracen a ti cuando duermes aunque en ocasiones eras tú el que siempre me abrazaba. Que no te gusta que te besen delante de nadie -aunque a veces he visto que lo haces-, que no te gusta que te toquen el pelo o que te lleven la contraria salvo para hacerte reír, como yo acababa haciendo. Espero que ella sepa todo eso de ti y que realmente tú la quieras a ella y no pienses en mi. Eso es lo que mi mente espera; pero como tú ya sabes y con lo romántica que soy; el corazón siempre es el que manda y el que espera que a cualquier día, a cualquier hora te gires buscándome y yo esté ahí intentando pillarte la mirada y que entonces, solo en ese momento -aunque sea solo unos segundos- pienses si realmente ella es lo que quieres y que -si el mundo quiere- y si tú quieres, todo vuelva a ser lo que era porque vendrás a buscarme. 

Porque hay trenes que pasan dos veces en ésta vida y hay oportunidades que no hay que dejar pasarlas, aunque sepas que al cogerlas, el dolor -en ocasiones- irá de la mano pero ¿y lo bonito que es querer hasta al punto de doler qué? Solo espero que en una de esas te des cuenta de que ella no es yo y me eches tanto de menos como yo sigo haciendo y decidas buscarme porque te das cuenta de que la vida es una jodida mierda si no nos tenemos. Así que adelante, intenta ser feliz, inténtalo de verdad que yo, como siempre, esperaré a que vuelvas y soñaré con el momento en el que por fin volvamos a encontrarnos. 





"Y la de historias bonitas que se ha perdido la vida solo porque crees que es el otro quién acabará viniendo a ti, y lo único que haces es esperar a que pase algo, y lo que pasa es que al final esa persona acaba siendo realmente feliz sin ti solo porque tú crees que si te quiere te buscará, ¿es que acaso tú no lo haces como para hacerlo?"

-Ann

dimarts, 9 de febrer del 2016

Siempre vas a recordarlas, ¿verdad?

Hace unos días, no sé cómo ni por qué, cuando me preguntaron por ti contesté refiriéndome a ti como al chico al que quise y no al que quiero y todavía no sé si lo dije por decir o si realmente siento que es así. Creo que si me hubiese parado dos segundos a pensar antes de responder, quizás te habría llamado -como siempre- aquel chico al que todavía quiero. La verdad es que no lo sé. No lo sé. 

Una parte de mí -esa que quiere seguir con su vida- intenta que todo vuelva a ser lo que era antes de ti porque sé que eso es lo que necesito pero hay veces que llega gente a tu vida, la disfrutas y sabes que tarde o temprano se irá y en ese momento lo piensas y no sabes lo que será de ti pero esa persona se marchará y será feliz de esa forma que te prometió que nunca lo sería sin ti. Y es jodido. Es jodido ver como la gente pasa página, como la gente puede seguir y hace como si nada. Ojalá y yo fuese de ese tipo de personas que siguen sin importar lo que duela, que no miran hacia atrás y que les importa bien poco si hace unos meses era más feliz de lo que es ahora, ese tipo de personas que no tienen miedo a lo que vendrá. Pero... no lo soy; siento que me encuentro en una constante espera por algo que no llega, siento que soy incapaz de seguir sin ese tipo de personas que han sabido hacerme feliz, es... no sé, ¿cómo coño lo hacéis para saber seguir sin la persona que había sido tan importante para ti? De verdad, decírmelo, porque lo hacéis con tanta facilidad que yo en mi puta vida podría fingir que no me duele, que no me importa.

Supongo que mi problema está en que nunca sé irme del todo de la vida de la gente por mucho que ésta siempre encuentre el camino a cómo dejarme. Es sencillo; conoces a alguien, sientes algo especial y que quizás te ha cambiado un poco la vida y disfrutas de ello sin miedo a lo que pueda pasar, compartes momentos -tanto buenos como malos- y se hace un hueco en ti e irremediablemente cuando esa persona decide que ese no es su sitio, que quizás las cosas no son tan bonitas como parece, que puede que no te quiera tanto como decía, que... no sé, que decida que la cosa se ha terminado; esa persona se va sin importar absolutamente nada y yo soy siempre la que se queda ahí, con un trocito de su vida y sin un trocito de mi. Y pasan los años, pasa la gente y siempre es la misma mierda; quieres creer que ésta vez saldrá bien, siempre quieres creer eso, ¿por qué no? Pero al fin y al cabo te acabas decepcionando otra vez, y ya son tantas que has perdido la maldita cuenta, ya no sabes ni la gente que había ni la que ya no está, lo único que sabes es que se han llevado tanto de ti que dudas si aún queda algo de la persona que eras. Y eso es lo que me fastidia, el sentir que alguien es importante y que yo, a veces, no soy ni la mitad de lo que ellos son para mi aunque supongo que a eso te arriesgas, a dar por alguien que al fin y al cabo lo único que va a darte es una patada en los morros y una buena hostia contra la vida, es así pero parece que no aprendo. Sigo como si nada, cuando realmente me duele todo y si os soy sincera ya no sé ni lo que queda de mi, solo sé que por mucha gente que se vaya, por mucho que hable de ti en pasado, aunque ni te mencione o haya quitado las malditas fotos que tenía colgadas en mi habitación contigo; a pesar de eso, no hay día en el que no eche de menos a alguien. 

Y supongo que echar de menos forma parte de la vida, lo que creo que no es tan bonito es desear que todas y cada una de esas personas vuelvan cuando sabes que ellas ya ni te recuerdan.

-Ann.