divendres, 18 de maig del 2018

No es no.


Siempre he pensado que cuando dices las cosas en voz alta, éstas son más reales. Es como si dejaras ir al mundo algo que siempre permanecerá en él. Algo que pase el tiempo que pase, tendrá su hueco. Y creo que en cierta forma esa es una de las razones por las que escribo, porque esa es mi forma de decir las cosas en voz alta sin abrir la boca porque a veces me da miedo. Porque una vez que las cosas se dicen, ya no hay marcha atrás. Y tienes que estar preparado para lo que venga después, para todo aquello que va a poder destrozarte o... no sé, a veces me gusta pensar que quizás sirva para salvarte. 

Y hoy te escribo a ti mundo, contándotelo. 

El mundo se habrá hartado de la cantidad de veces que me habrá oído decirte que no. Y éste ni siquiera me ha dado una tregua en la que poder coger aire y sentir que vuelvo a poder con todo. 

Me dabas miedo y el mundo lo sabía. Yo solo sé que en ese momento la vida tenía que estar viendo una película de terror en la que ésta vez me había tocado a mi. Y ésta -la vida- no hizo nada para detenerte. Y mira que yo he siempre he sido de las que piensa que todo pasa por algo y en esos momentos nunca pasó nada. Solo tú. Tú y mis ganas de querer huir y no poder. Tú y mis "no" que nunca importaron. Tu y mis "detente" que nunca escuchaste. Porque a veces no importa cuantas veces digas no porque siempre parecerá que lo susurras cuando en realidad, solo lo gritas. 

Te detuve, siempre lo hacía. Pero probablemente el mundo no va a creerme. Nunca se nos cree. Nunca nadie creerá que la de veces que te pedí que pararas, era jodidamente proporcional a aquellas en las que nunca lo hiciste. Nunca. Para ti era una batalla ganada sin darte cuenta que delante de tus narices tenías a una vida destrozada. Rota y vacía. Y tú ni siquiera te dabas cuenta de que en esos instantes lo único que hacías era que una persona como yo perdiera las fuerzas y las ganas para seguir. Y lo hice, las perdí pero también conseguí seguir, me prometí hacerlo porque sino, ¿qué coño iba a quedarme? Recuerdo que al principio ni siquiera me reconocía. Me miraba y lo único en lo que podía pensar era en el asco que yo me daba y en el miedo que tenía por todo lo que podía venir después. Por todo lo que me esperaba vivir. 

Sentí que en esos momentos en los que parecía que todo había acabado, no significaba nada más que el comienzo de mi lucha por encontrar una forma en la que no me doliera tanto vivir. Quería que pasaran los días y olvidarme de toda la mierda que me echaste encima. Quería esconder en lo más profundo de mi alma todos y cada uno de los momentos que me hicieron tener miedo a sentir las caricias de alguien a quien quiero. Me jodiste la vida. Jodiste la vida a alguien que tenía todas las ganas de aprender a querer y de que la amaran. Hiciste que me diera miedo conocer a gente nueva porque, ¿y si iban a ser como tú? ¿Y si en este mundo había más personas como tú a las que le daba igual destrozar la vida de las personas? Por ti aprendí a vivir sumida en un miedo apabullante del que sentía que no podía salir. Un miedo que me paralizaba y con el que sólo podía preguntarme una y otra vez cuando iba a acabarse.

Y en esos momentos es verdad que creí que no lo iba a hacer nunca. Pero me prometí que escondería tan profundamente algo como eso que una parte de mi fingiria que no había pasado. Eso me ayudaba a que la vida me doliera menos. Eso hacía que tuviese un poco menos de miedo en arriesgarme a darlo todo por alguien que sí quería algo más de mí que no sólo yo, esa niña frágil a la que le hiciste sentir desnuda ante el mundo. Y ante ti. Porque una parte de mi albergaba la esperanza de que ahí fuera ibas a ser el único que hiciera esas atrocidades pero el tiempo pasa, el mundo parece que avanza pero en ocasiones damos tres o cuatro pasos hacia atrás. Y nunca se las cree. Jamás se hace.

Porque parece que siempre será culpa tuya. Será culpa mía. Por lo que haces, por lo que dices, por lo que vistes, por lo que miras. Y es que tengo la sensación de que nunca será culpa suya. Y es que el "no" parece que siempre significa "quizás". Cuando el "no" siempre significará "no". No, no es ni sí, ni mañana, ni puede, ni ahora. No es nunca. No, es un "déjame en paz". No, es un "detente ahora". No, es un "no me destroces la vida por algo que solo tú quieres". 

Porque nunca susurré un no, siempre lo grité. Y hoy todas gritamos porque estamos cansadas de ser valientes cuando lo único que queremos es ser libres y sentir que podemos vivir. Vivir sin miedo. Vivir sin que haya gente que tenga el poder en su mano de destrozarnos de un plumazo y en un segundo. Vivir sin importar qué hagas o dejes de hacer. Vivir sin que a nadie le importe que lo hacemos. Vivir sin que a nadie le importe que has sido capaz de seguir. Porque lo haces, porque sigues. Porque no hay otra, porque no tienes otra opción. Porque o empiezas a dar pasos de gigante dispuesta a comerte el mundo, o él acabará derribándote. Y déjame decirte que ya nos han destrozado demasiado como para que encima nos digan cómo debemos de vivir, para que nos marquen como se sigue después de esto. Como se sigue después del no que para otros significaron sí. Cómo se sigue sabiendo que estamos en un mundo que el "no" ya no sirve, que ya no le vale. Que ya ni importa. 

Así que, por favor, dale fuerza. Grítalo bien alto y cuéntalo. 

Cuéntalo. 
Cuéntalo. 

No tengas miedo. No tengas miedo a abrirte y sentirte pequeñita durante unos segundos porque detrás de todo esto, eres grande, eres valiente, eres fuerte. Así que, por favor, grítalo. Grita que para nosotras el "no" siempre significará "no". Ni ahora, ni después, ni nunca. Simple y llanamente no.