dijous, 15 d’octubre del 2020

Las personas tienen un pase temporal de quererte

A veces tengo la sensación de que me he quedado a medio camino de algo, creo que de entre aquello que pudo ser y no fue. 

La mayoría de las veces que miro a mi alrededor siento como si estuviera justo debajo del marco de una puerta y fuese incapaz de cruzarla porque siento que lo que tengo detrás me arrastra a quedarme y, al mismo tiempo, el miedo que veo al frente me impide lanzarme al no saber que pasará. Es como si el cruzar esa puerta significase dejar atrás una parte de mí que te recuerda como única forma de tenerte. 

Mi vida es un constante quiero y no puedo. Pero no puedo porque poder significa dejar atrás una versión de mí de la que solo queda una sombra que echo de menos. Poder significaría aceptar que las personas que llegan a tu vida tienen un pase temporal de quererte. Poder lo entiendo como dejar atrás recuerdos, heridas y sueños que ahora, justo en este momento, no pueden venir contigo. Y eso, a veces, da miedo. 

Cuando te sientes a salvo, entre tus propios brazos, te da miedo salir de ellos porque otra vez se trata de lo mismo, de decir adiós. Eso nunca se acaba, ¿sabes? Decir adiós a alguien que fuiste, decir adiós a momentos que te han hecho precisamente ser como eres ahora, decir adiós a personas, a emociones que justamente solo vienen de la mano de esas que ya se han ido. Y entonces, la pregunta a todo esto es, ¿porqué todavía te quedas? 

A veces lo único que te retiene justo ahí debajo -de ese marco de la puerta- es todo aquello que ya no vuelve pero que todavía vive en ti y no dejarás ir. Y aunque huyas, vendrá contigo. Entonces, cuando aprendes eso sabes que ya solo te queda una cosa en la vida: cruzar esa puerta echando una última mirada a aquello que sentiste como algo feliz y cerrar la puerta esperando a todo eso que vendrá. Y puede que al hacerlo todo aquello que quieras ya no lo tengas pero, siento que ahora mismo tú tampoco te tienes así que, ¿Qué más da lo que pase? La vida se basa en eso, en intentos -sea en lo que sea- y ahora solo se trata de volver a encontrarte, y hablo de ti contigo y de ti, con quién sea, pero al fin y al cabo, encontrarte y hacerle frente a todo aquello que vendrá. 

-Ann.



dissabte, 10 d’octubre del 2020

No tendría nada por lo que seguir escribiendo.

El otro día busqué si me habías contestado a un mensaje que te envié hace años y descubrí que en realidad nunca llegué a enviártelo. Y lloré. Lloré porque mi mente no paró de pensar en qué habría pasado si realmente lo hubiera hecho, pero nunca vamos a saberlo. Quiero imaginar, como dice Andrés Suárez, "imagínanos", que quizás tú habrías perdido todos tus miedos y me habrías abrazado por fin. Puede que las ganas se hubieran multiplicado por mil y ni siquiera supiéramos el verdadero significado de echar de menos. Habría dedicado todo mi tiempo del mundo a saber de memoria cada centímetro de tu piel y te habría escuchado hasta las tres de la mañana para compensar todas aquellas veces que no pude y quise. Habríamos empezado a odiar las despedidas y a saborear cada pequeño instante en el que nos tenemos. Te habría cogido de la mano, a ti y a tus miedos, y daríamos los pasos necesarios para dejarlos atrás. Te habría dicho que te quiero mirándote a los ojos para saber a ciencia cierta que tú existes, que estás y que me quieres. Porque has sido la única persona que me ha querido bien y con todo. Contigo nunca tuve miedos y, después de ti, el amor ha vuelto a llamar pero nunca ha venido solo. Siempre ha sido con todos aquellos miedos que contigo ni llegué a conocer. Y nunca me enseñaste qué se hace con ellos. 

Si te hubiese enviado ese mensaje quizás ahora me giraría y te encontraría a ti escribiéndome y haciendo que me sintiera única para ti. Quizás ni siquiera yo misma habría comprobado que soy de las que olvida lento pero de las que te quiere sin que te des cuenta. Incluso no tendría que enseñarte cómo ha cambiado mi vida desde que no estás porque habrías podido vivir como he ido creciendo. Pero, joder, no llegué a enviarte ese mensaje así que desde que te fuiste fue como si hubiese dado un salto al vacío, como si acabaras de soltar mi mano, como si al girarme en la cama nunca hubieses estado en ella, como si nunca respondieras a esa llamada, como si nunca nadie hubiese escrito para mí, como si no hubiese habido nunca un primer mensaje. 

Fuiste casi todo para después convertirte en la nada más absoluta, asfixiante y vacía que he sentido en mi pecho. Porque si te hubiese enviado el mensaje, quizás... no sé. Estarías aquí, y me sentiría a salvo. Pero me giro y no estás. Y con el tiempo he descubierto que, si realmente te hubiera enviado ese mensaje, hoy yo ya no tendría nada por lo que seguir escribiendo. 

-Ann.