dijous, 10 d’octubre del 2019

Voy a llamarte.

He querido llamarte y me he quedado a medio intento de hacerlo porque ni siquiera sé si el número sigue siendo el mismo. He querido escribirte pero no recuerdo si eras más de cartas o de mensajes y lo único que he podido hacer ha sido borrar ese "te echo de menos" para acabar ahogándome en él. 

Y es que, no he podido parar de pensar en quién me habría cogido el teléfono, si tú, el que me llamaba solo a veces para decirme que me quería o, tú, el que a la mínima se acojonaba y no sabía si lo nuestro valía la pena. Probablemente habría preferido al primero aunque al segundo también lo aprendí a amar. Si te soy sincera, no me llega ni a importar lo más mínimo cuál de tus yo's me hubiese contestado porque mi mayor miedo habría sido que no recordases quién soy. Decirte mi nombre y preguntarte cuál de todas soy. La que llegó tímida sin saber si debía quedarse. La que te escribió palabras que nunca entendiste que eran para ti. La que se quedó con ganas de versarte y la que envió a la mierda los mil y un miedos que tuve cuando llegaste. Se me olvidaron todos porque lo que me aterrorizaba era perderte. Me prometí -a escondidas de ti- que nunca me permitiría dejarte marchar. Y nos fallé. Pero yo siento que tú fallaste primero. Te rendiste cuando las cosas se pusieron difíciles. Te rendiste a centímetros de abrazos que nos hubiesen llenado durante días sin importar lo lejos que estuvieras. Te superó el no tenernos y yo no podía seguir luchando por los dos, ya lo había intentado y a veces sentía que no eramos tu y yo contra el mundo, sino yo contra tus miedos.  

¿Sabes lo que más me costó? Lo más duro fue que cuando te marchabas admitiste por primera vez que alguien tan absurda como yo, te había calado hondo y que te habías enamorado de mí. Fue la despedida más dura y bonita que alguien me ha dado. Has sido la estación sin parada y te he visto pasando de largo a través del cristal. Te he visto sin poder decirte adiós. Y es que, tú, nunca miraste hacia atrás, como si no acabaras de perder a parte de ti ahí conmigo, justo donde me dejabas. 

Y es irónico pero estoy escribiendo esto justo en el lugar en el que todo se acabó. Esta soy yo intentando acostumbrarme al dolor que aun me queda después de tantos meses. Esta soy yo superando todo aquello que me alejó de ti. Pero aunque día tras día de pasos de gigante intentando alejarme de lo que hubo, hay noches en las que sigo echándote de menos y en donde pienso en llamarte pero si algún día lo hago, solo espero que me responda el buzón de voz o cualquier chica con la que estés, y esa será mi forma de saber que me toca seguir porque si llegas a responder tú, cualquiera de tus versiones, y la que se va a fallar entonces soy yo. 

-Ann.



dimecres, 18 de setembre del 2019

Comodín.

Soy el comodín, el as bajo la manga y la puta tabla de madera que te mantiene a flote en medio del océano. Soy quien trae la calma cuando otra persona te deja en medio de la tempestad o peor, la persona que se acaba ahogando en medio de esa tormenta de la que al final tú sí sales a flote. 

Soy la última llamada y la estación en la que el tren pasa de largo la mayoría de las veces. Soy la de las mil oportunidades antes de decir adiós, por si acaso sale bien. Soy la del teléfono en mano cuando necesitas y la que se siente sola porque realmente lo está.

Hoy soy la que ha naufragado y me he quedado sin trucos que me hagan volver porque los he perdido todos contigo, y contigo, y contigo también. 

-Ann.

dissabte, 14 de setembre del 2019

Por eso sé que eres tú.

Escribo porque soy una egoísta. Y soy una egoísta porque lo hago pensando en mí y en que en algún momento mis letras llegarán a ti. Te quise durante muy poco, no me dejaste más, pero te quise de tal forma que sé que aunque pasen diez años más, vas a ser la persona que más he querido en mi puta vida. Y te lo digo hoy sin tener a nadie al lado pero también te lo diré mañana, teniéndolo.

A veces me da por preguntarme por ti o intentar inventarme excusas para escribirte pero cada cual es peor que la anterior y es que no me las creo ni yo. Supongo que la única razón evidente es que odio echar de menos y que contigo, eso es lo único que me pasa. Es que... es tu culpa que tenga miedo de no volver a encontrar a alguien con quien sentir que encajo en todos los sentidos aun siendo la persona que más dista de parecerse a mí.

Echo de menos que me escribas, no mensajes, sino todo aquello que sientes o sentías por mí. Nunca me había sentido tan bonita y contigo me sentí arte. Y te lo podrás creer pero cuando se trata de ti, el hecho de hablar en pasado me cala viva. Hablar en pasado significa que estamos en paginas distintas y que durante todo este tiempo ha pasado una parte de mi vida que tú no conoces. Y aunque quizás he sufrido mil cambios hay uno que nunca lograrás que pueda deshacerme de él y es que, vas a seguir siendo la persona que más voy a querer. Siempre. Aunque tú no lo quieras. Aunque vuelvas a enamorarte, aunque vuelvas a tener ilusión por algo o por alguien. Aunque acabes cumpliendo todas tus metas y tus sueños y yo no esté ahí. Siempre lo serás. Porque cuando alguien te pregunta si alguna vez has estado enamorado a mí, solo me sale pensar en ti. Y por eso, sé que eres tú.

Ann.

dimarts, 13 d’agost del 2019

A ti te diría...

Espero que hayas logrado irte de todas aquellas personas que no han sabido verte. Y sé que han sido muchas. Espero que hayas dejado de escribir, aunque no del todo, sobre aquellas personas que pudieron ver eso tan especial que hay en ti. 

Espero que sigas igual de fuerte antes de sentir que caes y que sigas siendo igual de fría cuando te rompen por dentro, solo para que no te duela tanto. Quiero que sigas soportando el dolor como hasta ahora y que aún después de él, sepas volver a creer en algo que te acojona, y que te lances y vuelvas a subir por esa montaña rusa que nunca sabes donde acabará.

Quiero y espero que sigas abrazando con la misma fuerza con la que escribes y que te sigas aferrando en quién crees y en todo lo que tú crees y te hace feliz. Espero también que sigas redescubriendote y aprendiendo cada día algo nuevo de ti y, sobretodo, espero que no te de miedo hacerlo. Ni que te de miedo equivocarte porque hasta hace un tiempo era uno de tus pasatiempos favoritos. Espero que ahora puedas escuchar canciones que antes te dolían. Espero que rías, como nunca, como si la mayoría de cosas ni te importaran cuando en realidad, quien te descubre, se lleva el mayor tesoro de todos. Espero que lluevas y saques todo lo malo que sé que hasta hace poco todavía llevabas dentro. Y sobretodo espero, que hayas perdido el miedo a pasar por aquellos lugares donde personas decidieron irse mientras tú solo te quedabas. 

Querida yo del futuro, no sabes las veces que te he visto caer pero nunca jamás, me perdería la forma tan bonita que tienes de recomponerte y de poder con la vida.

dissabte, 10 d’agost del 2019

Dolor dormido.

Llegas de la misma forma que te fuiste, y no digo preciosa, hablo de la poca consciencia que tienes porque vuelves sin saber que eres capaz de despertar cualquier dolor que ya estaba dormido y en paz. El dolor, aparece y me saluda como si me hubiese echado de menos cuando él sabe la cantidad de tiempo y tierra que le he echado encima para poder enterrarlo. 
Eres como la sensación de haber recibido un portazo en las narices pero que ésa misma puerta acabe abriéndose de nuevo como si intentase lograr ser tu hogar. Hablo de ti como del resurgir de las cenizas que intentan volver a su estado natural solo para intentar volver a romperme unos esquemas que ya están más que rotos y, que ya no tienen tiempo para tonterías.

Fuiste casa y también pesadilla. Fuiste lluvia y polvo. Fuiste hueco vacío y esperas eternas. Fuiste un millón de te echo de menos y otros mil por qués que acabaron desgarrando todo lo que me atreví a dar de mí. Fuiste calma y tempestad y es que, me atrevería a decir que, entre ellas, siempre disfruté más de tu lluvia y de tu fuerza como si no destrozara. Y con ellas acabé aprendiendo que hay lluvias que es mejor disfrutarlas y otras llorarlas hasta dejarlas fuera.

Fuiste y vuelves a ser pero ahora solo eres herida que tan solo pica. Fuiste y, después de tanto solo hay dos cosas que tengo claras: la primera, hace un tiempo habría sido capaz de ir con todo si me lo hubieses pedido y, la segunda, que por mucha calma que fueses, por muchas lluvias en las que me quedé, quizás hoy ya no llueve pero una parte de mí siente que se acerca la tormenta y otra, que solo sé que quiero volver a casa.

-Ann.


dissabte, 23 de febrer del 2019

Florecer.

Antes entendía el amor como el que necesita a alguien. Lo entendía como algo que había que consumir hasta desgastar. Y desgastar conlleva a algo tan sencillo como el desaparecer.  

Antes entendía el amor como algo que ahogaba y comprendí que por eso el verbo amar contenía la palabra mar. Ese charco azul en el que te mantienes a flote o te hundes. Y yo, ilusa, concebía el amor como una constante lucha en la que mantenerse a flote sabiendo que en cualquier momento, una insignificante ola iba a acabar con todo el esfuerzo por llegar a tierra firme. 

Antes, concebí el amor -el primero- como la persona sin la que no podría vivir. Pero amar nunca es como esperas porque siempre hará lo que le dé la gana. El amor hoy fluye y mañana se descompone y tú, tú sigues respirando. Y es ahí donde te equivocabas porque claro que vives. Te quitas el antifaz que te habías puesto y vives. Deshaces los nudos que tenías a medio camino de romper llorando y vives. Te guardas los suspiros intentando esconderle al mundo que los sueltas por echar en falta y vives. Sales ahí fuera y vives odiando lo que significa el amor porque la ausencia de él te aprieta y te deja sin aliento. Te vacía de tal manera que te abre una brecha en el pecho. Pero vives.

Hoy, y después de haber vuelto a querer, concibo el amor como el que comparte y vuela. Y ya no necesita. Entiendo el amor como el encontrar a alguien y elegir caminar parte de tu vida a su lado aun sabiendo que podrías vivir perfectamente sin esa persona. Es alzar el vuelo en distintas direcciones y aun así siempre encontraros para reíros de los logros y las metas que hace un tiempo tanto miedo daban. Lo entiendo como un viaje en tren donde al final acabaran existiendo distintas paradas pero que disfrutareis al máximo cada minuto. Entiendo el amor como algo que me hace feliz y no me da miedo. Entiendo el amor como el encontrar un pedacito de ti en alguien y disfrutar de lo bien que encajáis. Hoy, por fin, comprendo que el amor no ahoga, ni aprieta, ni abre brechas en el pecho, ni deja marcas imborrables. Hoy entiendo que el amor solo deja recuerdos felices que a veces echarás en falta, no por la persona, sino por lo que significó para ti amar bien por primera vez en toda tu vida. Porque nunca entendí eso de querer bien, solo me importaba querer mucho y que también lo hicieran. 

Porque amar no ahoga, te hace florecer. Y yo, a partir de ahora, sólo quiero florecerte. 
 

dissabte, 26 de gener del 2019

Huecos.

He hecho planes con el hueco vacío que has dejado en mi cama. He dejado de cruzar semáforos en verde porque el riesgo de hacerlo cuando el mundo nos lo prohibía era jodidamente más emocionante, aunque siempre supe que era por ti. Ya no cierro la puerta con llave por si tu recuerdo decide volver y empezar a desnudarse por el pasillo para acabar perdiéndose de espaldas a mi ventana. 
La ausencia de tu toalla en el cuarto de baño se burla de las ganas que aún te tengo en la ducha. En la cama y en cualquier parte que estuvimos. Recuerdo que el mundo nunca fue capaz de entender donde empezabas tú y dónde terminaba yo.  

Barcelona me recuerda la de calles que quisimos recorrernos y las pocas que tuvieron oportunidad de vernos besándonos. Tu ciudad se muere de ganas por verme pasar aunque, hoy, todas aquellas ciudades que lucharon por mantenernos lejos, se ríen porque lo único que nos quedan son los recuerdos que, poco a poco, ni los reconozco. A veces incluso pienso que son solo sueños.

El café solo de las mañanas me recuerda que lo estoy. La taza sucia se ríe porque ésta vez no habrán unos brazos que me abrazarán por la espalda y que acabarán con las ganas que tenemos de nosotros. Ya no habrán carteles de "no molestar" en la puerta de cualquier hotel porque ya no nos queda lugar donde poder perdernos y encontrarnos en las manos del otro. 

Tengo las manos y toda la vida llena de ganas y no sé que hacer con ellas. Solo sé que hoy, cariño, he vuelto a hacer planes con la ausencia que me espera al otro lado del sofá y ya hace más de una hora que llegas tarde. 

Encontrarme y reconstruirme.

Has sido el abrazo que me ha dado fuerzas para volver a coger el bolígrafo y un papel. Has sido la persona que me ha enseñado que abrirse en canal en medio de un mundo que le acojona escuchar verdades, no está tan mal. 

Quizás necesitaba volver a verte en persona, abrazarte y escuchar palabras tuyas que vienen desde dentro para volver a escuchar aquella voz que hace meses había silenciado. Una parte de mí sentía que me había quedado sin historias que contar cuando, últimamente, aquí dentro tengo un mundo revolucionado que está harto de callarse. Harto de tener miedo y dejar de hacer lo que más me gusta: escribir, escribir y, si me queda un poco de tiempo, volver a escribir. 

Y es que, quiero contarte una historia que nunca nadie ha escuchado. Una historia de una chica perdida por la ciudad de Barcelona que siempre se ha sentido un poco diferente porque lo único que hacía en la vida era refugiarse en sus libros y, sobretodo, en aquellas letras que empezó a escribir cuando las cosas iban mal. Aquello fue una forma de poder hacer frente a todo lo malo que la vida le había traído y a sentirse un poco menos sola. Y es que se había pasado media vida siendo juzgada que, aquel montón de papeles esparcidos por toda su habitación, eran su maldito refugio que nunca se atrevería a mirarla por encima del hombro. En ese momento ella no sabía que escribiría sobre su primer amor, sobre las pérdidas a las que tendría que hacer frente, ni sobre cartas de despedida, ni de aquellos adiós que nunca acabas de pronunciar. Como tampoco creía que vendrían otros amores igual o más demoledores que el primero, no por amar sino por perder. 

Ella, simplemente, encontró que escribir era una forma de enseñarle al mundo lo que significaba para ella vivir. Era una forma de aprender y de dejar ir las cosas que dolían. Y es que, gracias a ello, entendió que amar -con todas las letras de la palabra- no ahoga. Aunque cuando ni siquiera sabes lo que significa sientes que te queda grande hacerlo. Entendió que hay personas fugaces, y que siempre serán aquellas que se irán antes de que te dé tiempo a disfrutarlas. Que hay adiós que nunca dirás del todo, que solo susurrarás hasta que seas capaz de entender que hay personas que ya no vuelven. 

Ella... tan solo soy yo y, si realmente llegas a leer esto estoy segura que estarás preguntándote que por qué te cuento esta historia pero es que, justamente ayer, me recordaste que me he dejado la parte más importante en todo esto. Dijiste que "si no te quieres, te aceptas y te ríes solo, todo se romperá cuando venga alguien y te haga reír". Me he pasado parte de mi vida aprendiendo a querer y con la absurda idea de reconstruir a personas que sentía que eran para mí, qué idiota te dirás. He dedicado palabras a personas sólo para que se quedaran un ratito más sin importar cuán destruida podía estar al sentir que estaba perdiendo de nuevo. Supongo que unas veces se gana y otras se pierde y, en todo este tiempo, me ha dado igual echarme a perder. Ni siquiera me he acercado ni una pizca a la idea de quererme ni reírme de mí y ahora lo he entendido todo: ¿de qué me sirve querer encontrar a alguien si ni siquiera sé como encontrarme? Sólo quiero que sepas que gracias a tus letras he vuelto a querer encontrar las mías y estoy volviendo a verme. Y es que gracias a ti creo que ya sé donde está el truco de todo esto y es que, la magia no reside en lo que te hacen sentir las personas que llegan o se van, la magia está en que a pesar de todo sepas quedarte, tú, contigo mismo. Siempre.

Gracias, Benji.