diumenge, 29 de juny del 2014

Nadie se lo merece.


'no sabía lo que era sentirse una mierda hasta que pasé por eso día tras día; supongo que algunos me entenderéis; sabréis lo que es ir con miedo al instituto porque esa es la peor cárcel y pesadilla de todas; recibir insultos por como eres y tener que callarte la boca porque digas lo que digas no será suficiente. Oír cada vez que te giras un 'gorda', 'inútil' o un 'no vales una mierda' que se te quedan dentro de tu mente el resto de tu vida. Y callas y, aguantas, aguantas porque sabes que es lo que toca; porque eres demasiado débil para hacerle frente a esto y sin embargo, demasiado fuerte para aguantar eso tú solita. 
Siempre he oído que la clave de la felicidad es la ignorancia pero ¿y si ya has ignorado demasiado tiempo? ¿y si ya te has pasado media vida ignorando y crees que ya llegado el momento de alzar la voz y hacerte valer? Con esto no digo que yo valga; de hecho a lo largo de mi vida me he dado cuenta de que ser yo es una mierda; me veo y es como vivir en un 'me das asco' constante que nunca se acaba y no solo yo me he dado cuenta; poco a poco la gente, con sus actos, me ha demostrado lo poco que merezco la pena y es jodido sentirse así. Es muy jodido salir de casa con la sonrisa puesta porque crees que es lo mejor que puedes hacer y una vez que llegas a casa, tener que encerrarte y ponerte música pero no, ésta vez no lloras; no porque no quieras sino porque hasta el día de hoy ya has llorado suficiente y no te lo mereces. Nadie se lo merece.

nadie.'

-Ann.


dissabte, 28 de juny del 2014

Al fin puedo decirte te quiero mirándote a los ojos.


es muy difícil tener a alguien a quien quieres en la otra punta del mundo; no saber cuándo volverás a verle y podrás darle esos abrazos que tanto has necesitado cuando no le tienes. Es tan bonito la primera vez que ves a alguien que te ha dado tanto a través de una pantalla. Recuerdo aquel día; estaba en el aeropuerto y me repetí 'no montes la escena de tu vida y cuando le veas no corras' pero inevitablemente; cuando la ví por las escaleras, no pude. En un segundo mandé a la mierda todo y corrí a abrazarle. No sabéis lo mucho que necesitaba estar entre sus brazos, sentir que todo valía un poco más la pena, me sentía completa y segura. Todo iba a ir bien si me quedaba ahí. 

Ese tipo de personas que tienes lejos me han dado los mejores momentos de mi vida; me han hecho cumplir sueños que creía inalcanzables, me han hecho reír como ninguna otra persona ha hecho. ¿Sabéis lo jodido que es ver a una de esas personas y que a la cara te diga 'por fin puedo decirte te quiero mirándote a los ojos'? ¿sabéis lo jodido que es no poder vivir eso cada día? Y abrazas a esa persona tan fuerte para compensar las veces que no estarás ahí para abrazarle cuando todo vaya mal. Y es muy duro. 

Hay tantas personas que logran hacerme feliz; me dan momentos inolvidables e irrepetibles. ¿Sabéis lo bonito que es bajarse del tren y tener a unas cuantas personas corriendo hacia ti para abrazarte porque te han echado de menos? ¿sabéis lo que es mirar el reloj y notar que el tiempo pasa demasiado rápido? ¿sabéis lo que es odiar el reloj cuando notas que ya queda poco para la despedida? Desde entonces he empezado a odiar las despedidas porque me separan de las personas que verdaderamente necesito tener cerca. Lo que toda ésta gente no sabes es que, cuando se van, me siento tan vacía que rompo a llorar, por no tenerles, por no saber cuando voy a volver a abrazarles, por no saber cuando podrán darme otro momento tan bonito en mi vida. Y es duro tener a alguien a quien quiero lejos pero me consuelo con el hecho de que, al menos, les tengo. Y sé que; un día más sin tenerles es un día menos para verles. 


-Ann

diumenge, 22 de juny del 2014

Nunca se está preparado para perder a alguien a quién quieres.


'creo que no tendría más de seis años cuando mi vida empezó a cambiar. A esa edad perdí a dos de las personas más importantes de toda mi vida. Y cuando hablo de perder me refiero a que sé que no van a volver porque es imposible. Lo recuerdo como si fuese ayer; estaba en el parque, jugando. Ese día terminó parte de mi infancia; me dijeron que no habían podido hacer nada por ella, que ya era tarde y que nunca más volvería a verla y en ese momento creí morir, saber que nunca más la abrazaría, que no le diría te quiero. Nunca se lo decía porque aun siendo pequeña era muy orgullosa, creía que no era necesario recordar a la gente que te rodea lo mucho que le quieres. Hasta que es tarde..es tarde y te arrepientes de no haberlo hecho ahora que no está. Con seis años me preguntaba por qué coño se había tenido que ir ella y no yo, no era justo. No pude despedirme de ella y decirle lo mucho que echaría de menos que me echara la bronca cada vez que cruzaba la carretera sin mirar o que echaría de menos el olor de ese champú que utilizaba para bañarme que por cierto, aún uso para recordarte. 

No lloré, la gente se sorprendió. Lo que no saben es que lloré como nunca al llegar a casa y encerrarme en mi habitación..creo que nunca en la vida he llorado tanto una pérdida como esa. A día de hoy aún la gente piensa que no me dolió perderla pero ahora mismo, justo ahora, las lágrimas que estoy derramando no muestran lo mismo. 

Y..la segunda pérdida no es alguien que no tenga, simplemente que mis padres decidieron coger caminos distintos y, no sé, duele ver como a uno de ellos le importas una mierda, no le importa si todo va bien o mal, no se preocupa por si te acaban de romper el corazón, por si llevas bien las mates o por si estás hundida y necesitas un abrazo que solo esa persona puede darte. Recuerdo que cuando tenía seis años y me dijeron que íbamos a irnos de casa miré a mi padre fijamente y le dije '¿que hacen con todos nuestros muebles? ¿se los llevan a alguna parte?' y él me dijo 'sí, se los llevan pero nosotros también nos vamos' y como una niña inocente dije 'mamá sabrá donde colocarlos' y lo dije sin saber que ella no iba a venir. Sin saber que a partir de ese día ella elegiría su camino y yo el mío, choqué con la realidad días después de haber dicho esa puñetera frase. 
En ese momento sentía que yo tenía la culpa de todo, no sé, tonterías de niña. A veces, me gustaría volver tiempo atrás para que todo estuviese como antes, quizás así podría haber sido más feliz, haber crecido de diferente forma, como todos los niños normales que crecen en una familia feliz. Y ahora miro alrededor y me doy cuenta de que me siento igual de sola que me sentí en ese momento cuando tenía seis años, como si me hubiese quitado mi peluche favorito sabiendo que no me lo van a devolver..

Desde entonces, a lo largo de mi vida he ido perdiendo a más gente, unas pérdidas más dolorosas que otras, unas las he llorado más y otras menos pero solo hay tres pérdidas a las que sigo llorando, éstas dos y la de él y, chicos, nunca se está preparado para perder a alguien a quien quieres.'

-Ann.

Me falta él.


'me dolía ver que no había venido a buscarme, el reloj marcaban las doce y cincuenta y seis y no había venido a por mi. Quedaban exactamente cuatro minutos para que el autobús se marchara, ¿dónde? Donde el mundo quiera llevarme, sea donde sea, ahí donde va la gente cuando necesita desaparecer.

La estación de autobuses estaba repleta de gente y aún así no podía dejar de sentirme sola, estaba rodeada de personas que se despedían de otras; quizás con abrazos, otras con besos. Se prometían que volverían a verse en un tiempo sabiendo que a la larga solo se olvidarían la una de la otra. Había gente llorando porque no querían perder a alguien que querían, había gente feliz por irse de vacaciones, gente de todo tipo y luego estaba yo. De pie al lado de mi maleta, enfrente del autobús, sin saber qué hacer. Miraba a mi alrededor esperando que viniese a verme, a decirme un último adiós o a pedirme que me quedara con él pero no había nada. Nadie. 
No podía dar marcha atrás, había decidido seguir con mi vida sin él sabiendo que si me quedaba, a la larga me rompería el corazón pero, éste aun albergaba la esperanza de que él apareciese. Decidida, metí la maleta en el maletero del autobús para después subir en él, cuando pisé el primer escalón, eché la vista atrás-por última vez- y me despedí en silencio de lo que hasta ahora creía que era mi hogar. Cerré los ojos unos segundos y acabé de subir los últimos escalones que me quedaban hasta llegar a mi asiento. 

Miré de nuevo mi reloj, quedaban dos minutos. Noté que me estaba mordiendo el labio para no llorar, sentía que los ojos me brillaban porque estaba marchándome de verdad, como prometí que haría si él  me fallaba. Vi, en mi muñeca, la pulsera que él me regaló; tenía colgantes de recuerdos que habíamos vivido juntos; un corazón- de lo mucho que nos queríamos-, la Torre Eiffel dónde me declaró que estaba profunda y locamente enamorado de mi, la silueta de un piano; aquel dónde tocaba la melodía de nuestra historia nunca contada. Habían tantas cosas que recordar. Intenté quitarme la pulsera pero al no conseguirlo, la rompí. Quería deshacerme uno a uno de los malditos recuerdos que me había dejado, de las promesas que había dejado por cumplir, de los besos que dijo que me daría durante toda su vida. Toda una vida prometía, resulta que ahora una vida dura muy poco..

En ese momento miré por la ventana, parecía que el mundo iba a cámara lenta, las parejas se daban sus últimos besos, veías como había gente riendo, niños que lloraban al decir adiós a alguien importante, gente feliz; otras no tanto. Iban subiendo los últimos pasajeros y el adiós parecía estar más cerca. Se cerraron las puertas y sabía que ya no había marcha atrás. El autobús se puso en marcha pero segundos después se detuvo por unos golpes en el cristal de la puerta. Intenté mirar quién era e inesperadamente incluso sin verle, noté a mi corazón latir de nuevo, así como hacía días había dejado de hacer. Me incorporé de mi asiento al escuchar mi nombre repetidas veces y entonces, lo vi. Se acercaba lentamente por el pasillo e inconscientemente salí de mi asiento para acercarme a él.


-No puedes irte- dijo con la respiración entrecortada de la carrera que se había pegado.

-Estás retrasando el viaje- le miré seriamente.

-No puedes- repitió- Prometiste que no te irías a ninguna parte aunque las cosas se pusieran difíciles, dijiste que pasara lo que pasara te quedarías porque merecía la pena luchar por esto- estaba rojo de la rabia-Creía que valían más tus promesas.

-Hablas de promesas cuando eres el primero que no entiende el significado de ellas- admití, intentaba por todos los medios no llorar, no quería- Te duele que las haya roto pero yo no puedo quejarme de que tú no las cumplas, ¿no?- miré hacia otra parte porque si le miraba de nuevo sabía que iba a quedarme- He intentado que las cosas salgan bien y lo sabes, he intentado lo imposible por ti, por que te quiero- suspiré- Pero hay un límite para querer, ¿lo sabes?- le miré un segundo- Y hace mucho tiempo que ese límite lo he sobrepasado contigo y aún así me quedé porque te quería, intenté olvidarme de ti e incluso no sentir nada pero estás metido tan hondo en mi piel que no sales ni aún clavándome otro clavo como ese dicho dice- notaba algo húmedo en mi mejilla- Estoy cansada de ser la pobrecilla a la que le fallan cada día.

-No puedes hacerme esto- me pidió.

-Y tú sí puedes romperme el corazón, ¿eh?- intenté reírme pero fallé- ¿Sabes?- me miró- Quería que vinieses a buscarme para irnos juntos- vislumbré esperanza en sus ojos que pronto hice desaparecer- Eso era antes, quería que vinieras y me dijeras lo mucho que me querías y que no podías vivir sin mi pero..- las lágrimas iban a más y ya estaba perdida-No solo puedes vivir sin mi sino que sé que tampoco me quieres como has ido diciendo por ahí- me temblaba la voz- Y no sé exactamente cuando, quizás ha sido unos minutos antes de encontrarte aquí, justo ahí he pensado en huir y que si venías aprovecharía para decirte lo que nunca te había dicho. 

-Entonces..¿no vas a quedarte?

-¿Te quedaste tú cuando más te necesitaba?- le miré-¿Te importó abrazar a otra aún sabiendo que al otro lado del pueblo estaba pasando por el peor momento de mi vida?- negué con la cabeza- No dejamos de hacernos daño aún queriéndonos y creo que mi vida sería mejor si yo sigo por aquí y tú por allí- señalé la puerta del autobús- Estás haciendo esperar a mucha gente- le dije y miró hacia detrás.

-Si decides volver, estaré esperando.

-No te engañes- le miré negando con la cabeza y se dio la vuelta. Miré la pulsera rota en mi mano- Espera- le dije y se giró esperanzado- Esto es tuyo- acerqué mi mano para que la cogiera- No quiero absolutamente nada que me recuerde a ti- le miré- Ya tengo bastante con recordarte en cada centímetro de mi piel- me mordí el labio para no llorar más. Me miró una última vez y bajó del autobús. Me sentí observada en ese momento pero si os digo la verdad, no me importó. Volví a sentarme en mi sitio y miré a través de la ventana. Ahí estaba él, con la pulsera en la mano y buscándome entre la gente. No había marcha atrás. No era como esas películas en que la tía se rinde y cae en los brazos de su chico porque le quiere. Yo..simplemente no podía estar con una persona que me hacía más mal que bien. Dejé de mirarle, y quizás pensaréis que estaba cometiendo el mayor error de mi vida pero hay veces en las que tienes que aprender a dejar ir, no puedes retener contigo a alguien que no es para ti solo por el simple hecho de que le quieres. 

Cogí mis auriculares, aquellos que me salvaban de tantas y le di al modo aleatorio y no sé si el mundo estaba en mi contra pero sonó la banda sonora de mi vida, nuestra canción y no, no la detuve, dejé que sonara deseando que cuando llegase al último verso, no solo se acabara la canción sino que también se acabara éste sufrimiento. Cada letra de ésta me recordaba un momento con él y esperaba que pronto desapareciesen de mi mente o de mi corazón. Había llegado la hora de decirle adiós, de verle por última vez. El autobús arrancó y miré por la ventana para ver su espalda, esa que tanto me había encantado ver cada vez que me decía adiós y, segundos después se giraba para besarme una vez más. Esa espalda que tenía mejores vistas que la Torre Eiffel de París. Aquella que guardaba recuerdos en cada uno de sus lunares, aquella en la que había escrito con caricias versos que nunca pronuncié. Y no volvería a tenerla conmigo. 

Estaba dejando mi vida atrás y no os voy a engañar, también dejé parte de mi corazón ahí, una parte que solo a él pude darle y soy incapaz de dársela a nadie más porque no la tengo, era suya desde que lo conocí, le pertenecía y desde que me fui me falta algo, me siento vacía. Intento ser feliz pero sé a ciencia cierta que no lo conseguiré, no porque no quiera sino porque me falta algo para serlo..

..me falta él.'


-Ann.


dissabte, 21 de juny del 2014

Hay veces en las que prefería que me matase.


'se había ido y sentía que no podía, como que todo estaba en mi contra. Nada me salía bien, sabía que hiciese lo que hiciese siempre estaría mal si venía de mi. A veces cuando pierdes a alguien, sea la pérdida que sea, notas que no eres tan fuerte como creías. Parece que todo te recuerda a esa persona, ¿no te ha pasado nunca? Cuanto más quieres olvidar, más le recuerdas y no porque quieras sino porque parece que el mundo es un poco hijo de puta cuando le apetece. Para aquel entonces, me vine abajo y es que ya no me quedaban fuerzas para soportar todo lo que había guardado durante años. Y sí, pasan los años y nunca aprendo; parece que prefiero torturarme guardándome todo para mi hasta que llega el día en que el vaso está demasiado lleno y, el agua se desborda y sabes que eso no puede ser bueno porque por cada gota que cae del vaso; una gota que sueltas tú por todo lo que te has callado. 

me entendéis, ¿no? ¿nunca os habéis venido abajo y sentís que no hay nada que os levante? Y es que para mi ya se habían acabado los días buenos en mi vida, las buenas rachas, que, chicos, ya no había nada que valiese la pena.

Intenté ver lo bueno de la vida, lo intenté, siempre lo intento pero no sé, no sé como explicaros el tipo de vacío que sientes cuando te enamoras y parece que a esa persona no le importa y se pira con todo lo bueno que te ha dado. Un tipo de vacío que nada llena, ni cualquiera. Que estoy harta que digan que sí que hay finales felices, no lo niego, pueden haber miles pero parece que esos finales no son compatibles conmigo y por eso me alejo de la gente. Parece que todo el mundo que llega a mi vida, se va. Llegan y no deshacen las maletas, total ¿para qué? Si en un par de meses se piran y me dejan tirada como una estúpida preguntándome ¿por qué se van? ¿por qué me dejan? ¿por qué a mi? Y a la larga me he dado cuenta que el único problema tengo que ser yo, y lo entiendo; todo lo que viene de mi acaba siendo malo...supongo que al final he aprendido a vivir con ello. 

Al final, he aprendido que lo que no me ha matado hasta ahora, me ha hecho más fuerte pero..¿sabéis qué? Hay veces en las que he pensado que prefería que me matase, que acabara conmigo porque yo ya estoy cansada de ser fuerte.'


-Ann.