Le he pedido incontables veces a tu recuerdo que
se esfume, pero parece que la risa que sonaba de fondo cada vez que me
abrazabas, se aferra a lo que fuimos y decide quedarse un poco más. Todavía
noto el rastro de tus manos en mí como si siempre fuera la primera vez que me ven, como si no cupieran en ellas las ganas que tienes de encontrarme.
Noto el frío que viene después de ti y tu mirada en
medio de cualquier bar acallando todo aquello que creía que importaba. Veo tu
sonrisa a medias y casi puedo palpar las ganas que teníamos de besarnos
después.
He vivido el mayor éxtasis de felicidad cuando
estabas y la caída más dura y fulminante cada vez que sentías que ya nos
habíamos vivido lo suficiente. Como si tan solo una vida pudiera hacerle frente
a todo lo que yo tenía para darte, cuando siempre sentí que te habría
buscado en todas las que creí que vendrían después.
Te he esperado en lugares en los que sé que ya no
estás.
He pedido nuestra canción para bailar, como si el
hecho de sonar en cualquier sitio tuviera el poder suficiente de traerte de
vuelta, aunque tan solo fueran dos minutos y medio.
Sigo teniendo la manía de mirar el asiento del
copiloto como si no existiera el hueco que dejaste, como si no fuera lo
suficientemente consciente del que dejaste aquí dentro, en mí.
Y es que tu constante manera de volver a base de
recuerdos quiere hacer que huya al lugar más remoto del mundo y en el que no te
haya vivido nunca, como si eso fuera excusa para que no me persiguieras y vengas
con todo lo que eres.
Le he pedido incontables veces a tu recuerdo que
se esfume, pero es que tu forma de abrazarme todavía la noto como si no fueras
un hueco que se llena de manera intermitente. Porque quizás no estuviste siempre
ni tampoco del modo en el que sé que me merecía, pero mientras estabas sabía que ese era
el lugar correcto.
-ann.