dimarts, 18 de novembre del 2014

Si los amigos son la familia que uno escoge, estoy orgullosa de haberte escogido a ti.

Bueno, antes de comenzar quiero deciros que esta entrada de hoy no la está escribiendo Ann sino que la está haciendo una amiga suya porque creo que se merece que, a parte de hacer feliz a la gente con lo que escribe y transmite con sus escritos, por una vez sea ella la que sonría y sea feliz en el momento en que lea esto. ¿No creéis?
No os podéis ni imaginar lo que es tener a una persona así de increíble en tu vida y no poder abrazarla o verla cuando quisieras. La distancia sin duda es un obstáculo enorme que se interpone en nuestro camino pero ¿sabéis que?, si de verdad te importa alguien por muy duro que sea, siempre se encontrará la manera de seguir adelante y esto es precisamente lo que me pasa con Ann. A pesar de no tenerla en mi día a día físicamente, me ayuda y me demuestra muchísimo más que otra gente que tengo alrededor como quién tiene un florero. Sabe cuando estoy mal, cuando la necesito, sería capaz de hacer cualquier cosa por verme feliz y está conmigo en las buenas y en las malas. ¿Cómo no voy a quererla? Tenéis delante a una persona a la que puedo llamar amiga y quedarme corta, para mí es una hermana a la que no pienso dejar ir nunca. Por ella y su felicidad haría cualquier cosa porque creerme, se lo merece más que nadie. Por ella dejaría mi orgullo de lado mil veces porque es una persona que se ha ganado mi respeto, mi amistad y mi confianza para siempre.

Quiero que sepáis que llegar hasta aquí, a teneros a todos vosotros/as leyendo sus entradas constantemente, a enviarle esos mensajes de agradecimiento que creerme, os intenta leer a todos y cada uno de vosotros (soy consciente de ello), ha sido mediante un esfuerzo continuo y pasión por lo que hace. Cuando os escribe estas cosas os está hablando desde su corazón, está poniendo todo su empeño y ganas en poder escribir lo mejor posible y de ahí a que luego salga un resultado tan maravilloso como el que sale. A la gente que haya dicho algo malo de ella solo le digo que no juzgue a un libro por su tapa, no sabéis nada para opinar de esa manera.

Ann, con todo esto solo quiero decirte que te quiero muchísimo, que sabes y ha quedado suficientemente claro lo esencial que llegas a ser en mi vida y que cada vez que estés triste leas esta entrada y sonrías para mí, para tus lectores, porque no debes derrochar tus lágrimas por personas que no se las merecen. Gracias por todo lo que haces por mí diariamente, solo te pido que sigas siendo como eres y no cambies nunca, porque eres una de las mejores personas que conozco y tengo claro que si los amigos son la familia que uno escoge, estoy orgullosa de haberte escogido a ti. No te cambio ni por nada ni por nadie.
Y a vosotros, a los que estáis leyendo esto, también quiero daros las gracias por apoyar a Ann en esto que significa tanto para ella y decirle todas las cosas bonitas que le decís. Sois enormes, de verdad.

Gina.

dijous, 13 de novembre del 2014

Una de las tantas cosas que adoro de ti.


'El cómo me miraba era una de las cosas que adoraba de él.
Cómo sonreía cuando le pillaba de imprevisto la mirada.
Cómo se le formaban esos hoyuelos cuando estallaba en carcajadas.
Cómo desplazaba sus manos por las curvas de mi cuerpo.
Cómo se mordía el labio cuando le impedía besarme.
Cómo me susurraba palabras de amor en mi oído. 
Cómo celebraba cuando su equipo de fútbol favorito marcaba un gol.
Cómo tomaba el café de buena mañana.
Cómo se pasaba las manos por el pelo cuando estaba nervioso.
Cómo se le formaban esas arrugas en la frente cuando se enfada.
Cómo intentaba hacerme reír cuando me cabreaba con él.
Cómo me abrazaba por detrás, de imprevisto.
Incluso el cómo roncaba era una de las cosas que adoraba de él.
Cómo me hacía sentir como una niña entre guerras de almohada y no tan niña perdiéndonos entre ellas.
Cómo suspiraba cuando le faltaba algo, alguien. Yo. 
Cómo lloraba cuando sentía que estábamos perdiendo aquello por lo que habíamos luchado.
Cómo me abrazaba queriéndome hacer sentir protegida.
Cómo me contemplaba mientras yo fingía dormir.
Cómo me acariciaba sin venir a cuento porque no podía apartar las manos de mi.
Cómo me contaba los chistes más malos y yo se los reía.
Cómo me apartaba el mechón de la cara para besarme.
Cómo dejaba de mirar a otras para mirarme a mi un poquito más.
Cómo fumaba sabiendo que eso acortaba su vida sin importarle que eso significase menos días conmigo.
Cómo me decía que me quería sin importar lo que la gente le decía.


Todo eso era la mínima parte de todo aquello que yo podía llegar a adorar de él.
Podría tirarme horas y seguir diciendo todo aquello que me gustaba, podría dar por cada lunar de su cuerpo y el mío una razón por la cual le adoraba pero entonces me doy cuenta que solo me falta mirarle a los ojos para saber la única razón por la que también le odiaba.

Nunca te quedabas, esa era la única razón por la que te odiaba.

Y sí, a la larga esa única razón pudo más que todo aquello que en su día llegué a adorar, aún sabiendo que si me iba ya no habrían besos, ni abrazos, ni miradas, ni sonrisas que me hicieran pensar que todo valía la pena. Tuve que ser fuerte y darme cuenta que las noches en las que te lloraba- que eran muchas- no compensaban a las sonrisas que un día me sacaste porque llegaba a casa y nunca estabas. Venías, me querías un rato y te ibas sin saber que a cada rato yo acababa rota.'


-Ann.

dilluns, 10 de novembre del 2014

Me disparó como si nunca me hubiese querido.



Me preguntan que se siente cuando se es feliz y para mi es inevitable hablarles de ti. Les digo que felicidad es encontrarte al salir del instituto a las cinco de la tarde y verte apoyado en la puerta con esa sonrisa tan tuya dispuesto a darme algo más que un par de besos. Ser feliz es notar cómo me abrazas por la espalda a las tres de la madrugada cuando me he desvelado de nuevo por tus constantes caricias involuntarias en mi cintura. Felicidad era mirarte de reojo en el sofá mientras veíamos nuestra película favorita y pillarte mirándome, era apartar la mirada y reírme sabiendo que tardarías tres, dos, un segundo en acercarte a besarme. Y así era, felicidad era sentirte roncar cuando te dormías sobre mis piernas porque yo no podía dejar de acariciarte el pelo distraída mientras veíamos cualquier programa basura en la televisión. Ser feliz era poder ver lo bonita que es Barcelona de tu mano, entre risas y besos inesperados. Y por eso les he vuelto a hablar de ti. De ese chico al que le encantaba buscarme las cosquillas porque adoraba ver mi ceño fruncido, aquel que antes de irse te besaba en la frente en vez de decirte que te quería. Aquel chico dispuesto a parar balas de cualquier persona dispuesta a hacerme daño sin saber que, a la larga, él sería la persona que se encontraría detrás del gatillo a nada de disparar y..

¡PUM!

No sabías ni siquiera en qué parte del cuerpo te había disparado, no, solo notabas brotar de tus manos ese líquido rojo. Rojo como el color del pintalabios que tantas veces se me había corrido segundos antes de corrernos. Rojo, como el color de mis ojos cuando pasaba más de una noche en vela llorándote sabiendo que todo esto iba a acabarse. Rojo como el tono de mis nudillos por los mil golpes que le había dado a la puñetera pared intentando sentir un dolor más fuerte que el de perderte. Rojo, ese rojo de tu camiseta favorita que tantas mañanas me ponía sabiendo que para ti no había nada más bonito que encontrarme desmelenada preparándote el desayuno con esa camiseta tuya. Y vuelvo a mirarme las manos sin creerme que la persona que tanto me ha querido es la única que me ha herido; pierdo las fuerzas y acabo de nuevo tirada en el suelo como muchas otras tantas veces he acabado ahí, esperando a que volvieses a por mi y, nunca volvías. Le miro- una última vez- a esos ojos color café que tantas noches me han quitado el sueño por exceso de cafeína en mis venas, por exceso de él en mi, le miro sin reconocerle e intento quedarme con cada mínimo detalle de él porque sé que ésa es la última vez, que esa es nuestra despedida. Y antes siquiera de desaparecer- como he deseado muchas veces- pienso en que ese color rojo que me está matando no es ni la mitad de dulce que el rojo de aquel pintalabios con el que le escribí en la espalda ese mensaje en el que le decía que nunca me iría pero, aún así, ese disparo que me mata no es ni la mitad de doloroso que todas y cada una de las noches en que le he llorado desde que ya no está. Que la gente, no sé como, se sigue creyendo que todo me va bien y yo, mientras, intento también creérmelo pero no me sale. He intentado descubrir como era mi vida antes de él y parece que los recuerdos contigo me empañan esa vida a la que tanto deseo volver y no puedo. Malditos recuerdos que me recuerdan que no puedo olvidarte, que me recuerdan que las heridas que están abiertas no se cosen tan fácilmente como creía. Tengo hilo y aguja para intentar arreglar aquel destrozo que en mi dejaste, intento que la herida de bala ni se vea pero es que me miro en el espejo y no hay un puto centímetro de mi piel que no me recuerde a tus besos, a tus caricias, a tus heridas y siento que no puedo. Que me ahogo en medio de tanta gente y que cuando menos me lo espere te echaré tanto en falta que explotaré y seré como la bomba de Hiroshima que dejaré víctimas a mi paso, tantas como cada lágrima que he llegado a soltarte y, no prometo que haya supervivientes porque será tanto el destrozo que no quedaré ni yo. Desapareceré de la misma forma que tú quisiste acabar con todo esto poniéndote al otro lado del gatillo sabiendo que cada noche me decías que estabas dispuesto a morir por mi y al final, que irónica que es la vida, la que ha acabado muriendo he sido yo, a manos de ti, por ti. 


-Ann.

diumenge, 9 de novembre del 2014

Curarle las heridas de los nudillos a base de besos aún sabiendo que eso acababa conmigo.




me controlaba como si fuese una puta muñeca de trapo, podía vestirme y desvestirme cuando le venía en gana para hacerme lo que quisiera, podía follarme hasta las tantas de la madrugada que luego la única gilipollas que se pasaba lo que quedaba de noche despierta, era yo; mirándole para recordar cada suspiro que daba sabiendo que cuando yo me despertase, él ya no estaría ahí. Nunca estaba. Vivía por y para él sabiendo que no era la única que se desvivía por unos ojos como los suyos, por unas caricias que te abrasaban la piel sin quererlo y que te dejaban una marca -en el corazón- incapaz de olvidar. Él sabía hacer que cualquier chica perdiese los papeles por él, te decía lo guapa que estabas con ese nuevo corte de pelo, te apartaba ese mechón que siempre se interponía en vuestras miradas, te sonreía sabiendo que podías perderte en esas medio lunas que se le formaban en cada mejilla, te hacía reír sabiendo que horas después te haría suspirar; a dos centímetros de su cuello, estando a horcajadas de él perdiéndote una noche más en la inmensidad de su cuerpo. Sabía hacerse necesitar; a veces te venía y en toda la noche no te daba ni el más mínimo roce para así volverte loca -un poco más- por él. Anhelaba su tacto esas noches en las que él, rebelde, quería hacerse esperar. Te besaba el cuello, así, de imprevisto; y se te olvidaba todo aquello que querías decirle. Se te olvidaba que te habías prometido a ti misma mandarlo a la mierda para que no jugase contigo como lo estaba haciendo. Y caías, volvías a caer prometiéndote- encima de su pecho- que esa iba a ser la última vez que ibas a respirar  al ritmo de su respiración, que sería la última vez que probabas esos labios. Pero no, nunca lo era. Siempre que intentaba levantarme de su pecho a altas horas de la madrugada, él me rodeaba más fuertemente la cintura para no poder separarme ni un puto milímetro de su pecho porque él, muy en el fondo, sabía que ese era mi sitio. Pero, de la misma forma que sabía eso; también sabía que yo no era el tipo de chica que se conforma con que la quieran a ratos. Que yo necesito los mimos de los lunes por la mañana, las tardes del martes en el cine, los arrumacos en el sofá el miércoles por la noche, hacer el amor el jueves en cualquier lado si es con él, llorar en su pecho el viernes por la mañana por culpa de la mierda de día que tengo, salir de fiesta el sábado y soportar con él las resacas el domingo por culpa del garrafón. Él sabía eso y a su misma vez yo sabía que él necesitaba el lunes no ir a clase, el martes más de lo mismo y quizás el miércoles pasarse un par de horas para disimular, el jueves me buscaba sabiendo que el viernes tendría a cualquier otra. El sábado salía, sí, y acababa siempre con una diferente que al domingo ni recordaba su nombre pero inexplicablemente a mi siempre volvía. Volvía para enredarse en mi larga melena mientras me besaba con ansías rodeando mi cintura y obligándome a andar hacia atrás para acabar apoyada en esa pared que tantas veces me vio amarlo y a él, destrozarme y usarme. Usarme como cualquier tipo de trapo que utilizas para limpiarte las manos y que luego acabas tirando pero que por alguna razón que a día de hoy todavía no sé, él no podía deshacerse de mi porque muy en el fondo sabía que ninguna tía podría soportar lo que yo hacía. Y lo hacía, sí, pero porque le quería. Y muchas veces eso no es suficiente para quedarse así que llegó el día en el que sus besos dejaron de tener ese poder en mi, o fingí que no lo tenía y fui capaz de decirle todo aquello que ninguna chica le dijo en su puta vida. Y me fui sabiendo que iba a echarlo de menos, que las charlas de después de hacer el amor no tendrían su gracia si no eran con él, que las cosquillas que me hacía cuando tenía ganas de llorar no iban a tener ese efecto en mi si venían de otras mano. Y me fui sabiendo eso pero no pensé que sería tan duro el vivir sin él, echándole de menos como lo hago sabiendo que en estos momentos quizás está viendo a otra dormir, y puede que le esté acariciando al espalda- lentamente- como lo hacía conmigo, hasta que me dormía. Y ahora hace semanas que ni duermo, que ni siento, que ni pienso en lo que podría ser o haber sido de nosotros; solo sé que él en estos momentos me está echando de menos como pensaba que nunca haría y no lo sé porque él me lo haya dicho pero sólo me hace falta mirarle los nudillos de las manos sabiendo que ha pegado a mil paredes intentando que el dolor que dentro siente, vaya a menos, pero eso no funciona así y él lo sabe. Ese destrozo en los nudillos no será ni la mitad del dolor que yo he llegado a sentir aquí dentro cada vez que me despertaba y no estaba. Y eso pasaba cada noche en la que él me buscaba y yo como una tonta caía porque le necesitaba. Así que me da igual, que se rompa a golpes las manos por mi que yo hace mucho que rompí mi corazón por él sabiendo que cada noche a su lado era una más en la que no iba a quedarse. Y me rompí sin importar absolutamente nada y, miradme, estoy rota de tal manera que ya ni encajan las piezas que él ha dejado aunque sé que él estaría más que dispuesto a unirlas- cada una de ellas- a besos de la misma forma que yo le curaría todas esas heridas diciéndole, muy bajito, lo mucho que le necesito sabiendo que para él eso valía más que cualquier te quiero que le podía dar.


-Ann.



dissabte, 8 de novembre del 2014

¿Qué coño iba a hacer con ella?



La veías mirarte fijamente así sin venir a cuento y de la nada empezaba a reír a carcajadas; la veías y te enamorabas. Y yo no podía dejar de mirarla, por mucho que lo intentase y Dios sabía que lo había intentado pero en momentos como ese no podía despegar mi mirada de ella y sólo podía preguntarme un par de cosas; la primera '¿qué coño voy a hacer con ella?' la segunda; '¿por qué ha tardado tanto en aparecer en mi vida?' y añado una más; la tercera cosa que podía hacer era reír con ella sin saber que cada carcajada podía ser la última que iba a dedicarme. En ocasiones podía ser la chica más bruta de todas y mandarte a la mierda por hacerla daño pero en momentos como ese, veías con la delicadeza que se movía; intentaba taparse la cara para no verla así de feliz, veías como se apartaba ese mechón rebelde que quería perderse en la inmensidad de sus labios. Esos labios tan apetecibles, esos que yo acariciaba con sumo cuidado de no romperlos aún sabiendo que era capaz de destrozarlos a base de besos y mordiscos, no tenía miedo a hacerlo sabiendo que ese sería un destrozo bonito. Esa boca en la que tantas noches había respirado sus gemidos ahogados, las sonrisas que había llegado a besar. Podía enamorarme de su infinita melena, de sus ojos verdes a la luz del sol, de su voz pero inevitablemente lo que más me enamoraba era su boca- no solo por los besos que me daba- sino porque por ella se metía conmigo, adoraba su infinita testarudez, sus gritos cuando me portaba mal con ella e incluso el ruido que hacía cuando lloraba y aún así pensaba que seguía siendo la más bonita que mis ojos podían ver. Y bonita se le quedaba corto, era la persona que tanto esperas conocer y que crees que no existe hasta que llega así tan ella, tan risueña. Y en momentos como ese en el que ella reía sentía que se paraba el tiempo, que la vida no seguía, que mi pulso se perdía porque no había sonido más bonito que ese sabiendo que era feliz. Que cada risa de ella era directamente proporcional a cada lágrima que había soltado y hasta ahora habían sido muchas y no, joder, no se lo merecía. Era la que se desvivía por todos aún tiendo toda la mierda que ella llevaba encima pero aún así, de la nada, te miraba fijamente y se reía sabiendo que así la gente sería un poco más feliz porque para ella, ella nunca había importado pero entonces llega alguien como yo que empieza a conocer sus debilidades, sus miedos, sus lágrimas, sus errores, sus heridas y a día de hoy aún me sigo preguntando de dónde coño saca la fuerza que tiene para seguir riéndose de la vida porque ya no le tiene miedo a nada, no tiene nada que perder si hasta ella misma se ha perdido. Y en todo este tiempo que he tardado en conocerla solo intento que cada carcajada que deja en el aire sabiendo que éstas van al vacío sean de lo más sinceras y que en vez de quitarle aire y por consecuente; la vida, se la de. De la misma forma que su risa me la da a mi. 


-Ann.

diumenge, 2 de novembre del 2014

Intento odiar a aquel al que solo me sale querer.


quien quieres que se preocupe por ti, no lo hace. Y tú, como una gilipollas, serías capaz de mover cielo y tierra para saber si esa persona que tanto te importa está bien como crees que se merece. Llevo ya unos días en los que estoy pero no estoy, no sé si creer que estoy bien o si plantearme el por qué estoy mal, sólo sé que si viniese él aquí en estos momentos y me mirase se daría cuenta de si las cosas van bien pero no vuelve y ya empiezo a echarme de menos. No debería de ser así, no debería no ser sin él; pero siento que ya no queda nada de mi. El tiempo pasa y no sólo no me quiero sino que estoy dejando de querer al que tanto quise y no puedo evitar sentirme perdida cuando con él siempre me encontraba. Ya no sé qué quiero, ni quién soy.. solo sé que estoy intentando odiarle porque eso significará que he dejado de quererle pero se me hace difícil. 
Y sigue pasando el tiempo y yo sólo quiero verlo feliz cuando su equipo de fútbol favorito gana, quiero que le feliciten por la nota del último examen, que salga de fiesta y que disfrute, que tenga la mejor nota de este curso, que se ría por estupideces que le dicen sus amigos, que tenga suerte en algo, que aquella chica que tanto le gusta y a la que le pone ojitos, se de cuenta de que él existe. Sólo quiero que sea feliz mientras yo estoy aquí, intentando odiar a aquel al que solo me sale querer. 


-Ann.