dimecres, 31 d’agost del 2016

¿Y si lo hago?

Me acojona querer, en todos los sentidos. Porque para mí, querer significa más. Querer significa dar, con los ojos cerrados, -a alguien- una parte de ti a la que estás dispuesta no volver a ver más. Significa dejarse caer sabiendo que, en algún punto de la caída, alguien te cogerá. Significa cerrar los ojos y dejarse llevar sin miedo a lo que vendrá y qué quieres que te diga; me acojona sentir que estoy en ese punto de no retorno, saber que he caído y que no hay quién me traiga de vuelta.

Recuerdo que una vez hubo alguien, a quién quise mucho, que me dijo que hay cosas que no puedes decidir, que hay cosas que quieras o no, vas a sentir. Que no importa cuantas fuerzas ni mucho menos cuantas ganas pongas en no querer algo o a alguien, que sucederá. Y joder, me lo dijo la misma persona por la que acabé arriesgándome sabiendo que estaba cogiendo un tren y que la siguiente, tenía que ser mi parada. Creo que la mayoría de las veces lo que nos pasa es que queremos algo que no podemos -siquiera- alcanzar. Y es así, sucede sin más. Y cuando eso pasa te prometes que no volverás a ser esa misma tonta que a la nada ya da todo de sí. Prometes pasar página, con tal rapidez que nadie será capaz de verla, y seguirás. Lo que no nos contaban nunca es que la mayoría de veces que pasamos página, encontramos al recuerdo que queremos olvidar, en la siguiente. Y en la siguiente y así hasta que acabas el libro odiando que tenga final. Y vuelves a empezar, prometiéndote -de nuevo- que no habrá ninguna persona por la que volver a caer ni ninguna que se merezca recordar. Al menos ese es el plan, lo que pasa es que a veces, de la nada, aparece alguien que te hace creer en algo... ya no digo en ti -que para eso, ya estoy yo- sino... no sé cómo explicarlo, pero aparece alguien que te hace creer que hay algo bueno que está por llegar. Empiezan las sonrisas inocentes, las charlas hasta las tantas, las risas porque sí, las ganas de abrazar, las ganas de saber qué es lo que nos vendrá. Y das todo de ti, otra vez. La única diferencia es que ésta vez tienes que encontrar la forma de reconstruirte o dejar que lo hagan por ti. Es entonces cuando te das cuenta de que, has dado tanto de ti, tantas pequeñas partes de ti, que ya casi ni quedas. Y duele tanto ver cómo encuentras alguien que quiere cuidar de ti que te fastidia ver que otros, en su momento, acabaron contigo de tal forma que ya no tienes nada bueno que ofrecer. Ya no tienes nada a lo que alguien pueda aferrarse a amar. ¿Tú sabes lo que duele querer dar lo mejor de ti a alguien que está dando lo mejor de sí? Pero todavía peor, querer dárselo y ni encontrarlo. ¿Cómo coño hago que todo esto sea justo? ¿Cómo querer a alguien que no va a encontrar nada a lo que querer? Y peor aún, si lo hace, el tiempo le dará razones para dejar de aferrarse.

Y es en ese instante en el que siempre me prometo que debo dejar de sentir, de ser, de padecer, pero entonces llegas tú, haciéndote querer. Y se me olvidan los motivos por los que debería dejar de intentarlo. Y cómo no, llegas haciéndome sonreír y haciéndome creer que todavía -aquí dentro- hay ganas de sentir. Y ojalá, solo espero que encuentres aquí dentro suficientes motivos por los que quedarte. Que encuentres algo por lo que valga la pena escribir otro de esos capítulos tan tuyos, otra página -sin borrones ni tachones- o quizás alguno, pero que nos haga más fuertes y sobre todo que nos quiten los miedos a la hora de amar. Y todavía mejor, ojalá nunca dejes de escribirme y hacerme existir en tus letras porque, al menos, si algún día desaparezco, la historia en tus letras sabrán que alguien como yo, existió. Y mejor aún, que nos quisimos. Sí, joder, de esa forma en la que solo tú y yo sabemos querernos. Aún a riesgo de perdernos, que le jodan a todo, porque ya sabremos cómo encontrarnos.

Así que, si estás leyendo esto, quiere, pero quiere de verdad. Porque querer significa dar todo de ti, dejarte llevar y no tener miedo a caer sabiendo que a cualquier altura, hay alguien que te alcanzará. Y no temas a pensar en la cantidad de veces que todo podría salir mal, ni en cómo te destrozaron, ni en cómo acabaron contigo porque ahí dentro, por pequeño que sea, sigues siendo tú. Y eso, eso es suficiente motivo por el que amar. No temas a nada, no te quedes con el "¿y si hubiera...?" pudiendo quedarte con el "¿y si lo hago?".

-Ann.