dimecres, 6 de maig del 2020

Recuerdos difuminados.

Siempre había oído que cuando quieres a alguien, tienes que dejarlo salir, a raudales y sin frenarlo. Lo que nunca me habían dicho es qué debía hacer con ese sentimiento cuando todo se acaba. Si ya de por sí es difícil explicar como te sientes cuando amas, lo es todavía más la devastación que se queda en ti cuando todo acaba. Cuando eso pasa sientes que todo se desmorona dentro y que hay algo que te pide salir y ni siquiera sabes como darle forma. Lloras, gritas, te quedas horas mirando por la ventana como si la última hora no hubiera pasado y lo peor de todo es que sigues amando. 

Porque lo peor de decir adiós es que tú te marchas pero en ti, todo se queda. Incluso los recuerdos difuminados de todo aquello que no llegaste a vivir pero sí soñabas. Lo único que con el tiempo acaban volviéndose borrosos, o como un papel arrugado perdido entre tantos en una caja en el desván de casa, que sabes que está pero no sabes dónde ni como estarán después de tanto tiempo. Porque lo peor de decir adiós es que no sabes como hacerle frente a lo que viene después: porque tienes que hacerle frente a la ausencia de llamadas y a los silencios que hay en ellas solo para que estés un rato más, desaparecen las miradas que hacen que lo entiendas todo y de las que siempre te quejabas, desaparece la forma en la que te ríes por algo que digo y por todo lo que me gustaría poder decirte y vivirte. 

Porque cuando pierdes te vuelves experta en llorar en silencio en un mundo que no para ni calla, y menos lo hará por ti y por sentir que te estás perdiendo y consumiendo poco a poco. 
Y es que siempre había oído que cuando quieres a alguien, tienes que dejarlo salir, lo que nunca he oído es como hacerle frente a todo lo que llega después de ti. 

-Ann. 

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